CAMINEO.INFO.- Como el año pasado, para esta fecha, celebraremos la clausura anual de la Misión Arquidiocesana que, Dios mediante, continuará el próximo año. La Misión continúa, debe continuar les decía, porque en ella la Iglesia expresa su identidad y fidelidad al mandato de Jesucristo. La Iglesia existe para evangelizar. Hay tres notas que no pueden faltar en una comunidad cristiana, ellas son: la oración, la misión y la caridad, porque en ellas se expresa la vida y el mensaje de Jesucristo. Se acostumbra a decir que la Iglesia, en todas las expresiones de su vida, debe ser una comunidad orante, misionera y servidora. En estas notas se manifiesta y es reconocible en ella a Jesucristo. Cristo es quién nos ha enseñado a rezar, a ser misioneros y servidores.
Con este espíritu hemos iniciado nuestra Misión, que se fue concretando y enriqueciendo con el aporte de todas las comunidades de la Arquidiócesis. Hay hambre de Dios en nuestro pueblo, este clamor nos compromete, pero como decía san Pablo: “cómo van a invocar a Dios o creer en él si nadie se los predica, y como van a predicar si no son enviados” (cfr. Rom. 10, 14). Esta necesidad de nuestro pueblo, por una parte, como la exigencia de la fe de ser predicada me llevó, siguiendo el pedido de Aparecida, a proponer a todos los fieles y comunidades de nuestra Iglesia un camino de Misión permanente. Debo dar gracias a Dios por lo mucho que se ha hecho, tanto en las comunidades visitadas como en el fortalecimiento de la fe de los mismos misioneros, pero soy consciente, de lo mucho que aún nos falta.
La Misión no es una tarea proselitista, en el sentido de ganar adeptos para una causa, sino el testimonio de un mensaje que está dirigido a todos los hombres en su condición de hijos de Dios. El misionero debe ser testigo de lo que predica. En la Misión lo importante es la obra de Dios. Es el mismo Espíritu de Dios el que mueve el corazón del misionero y del que va a ser misionado. Por ello es siempre actual aquella frase de san Agustín, cuando decía: “antes de hablar a los hombres de Dios, hablar a Dios de los hombres”. La primera condición de la Misión es el respeto a la libertad, porque debe suscitar una fe libre y personal, no se trata, les decía, de un proselitismo que avasalla, por el contrario: “El mandato misionero exige invitar a la fe, sin coacción alguna, dando cabida a que surja en el corazón del hombre la respuesta libre que sólo puede provocar el Espíritu” (cfr. EN 78). La Misión es, por ello, también un camino de perfección cristiana, en primer lugar para el misionero. Qué triste cuando un cristiano o una comunidad pierden el entusiasmo por la misión, ellos se empobrecen. Mantener el espíritu misionero es un camino de santidad personal y un acto de caridad con nuestros hermanos.
Pidiendo a Dios que esta Misión Arquidiocesana continúe dando frutos en nuestra Iglesia, me permito invitarlos a acercarse a sus comunidades para vivir este llamado que nos hace el Señor. Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición de Padre y amigo.