CAMINEO.INFO.- “¿Tú eres Rey?”, pregunta el representante del hombre más poderoso de la tierra, el emperador de Roma, a un pobre hombre para quien se pide la pena de muerte, la crucifixión, un tal Jesús de Nazaret. La respuesta del nazareno es totalmente desconcertante: “Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para dar testimonio de la verdad”.
Ciertamente Jesús se proclama rey, pero utiliza un diccionario distinto para expresar lo que para él significa ser rey.
Todos tenemos claro que Jesús no presentaba ni el aspecto, ni el talante, ni las aspiraciones de lo que todos asociamos a la figura de un rey, a partir del conocimiento que nos proporciona la historia humana. Nada tiene que ver con palacios, escoltas, lujos, aristocracia, poder, riqueza, lejanía del pueblo, refinamiento… Pese a ello, responde: “Soy Rey”. Para Jesús ser rey es ser testigo de la verdad. Esta afirmación nos sugiere algunas pistas. Si nos fijamos en su vida y en las expresiones evangélicas que manifiestan el motivo de su venida o el sentido de sus actos, lo descubriremos:
· El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida.
· No ha venido a condenar, sino a buscar y salvar lo que estaba perdido.
· Yo he venido para que tengan vida y vida abundante.
· Para que quienes no ven, puedan ver.
· Para ir a buscar la oveja perdida.
· Para perdonar los pecados, para sanar…
· Para proclamar el amor de Dios, que es Padre.
· Para perdonar a los enemigos…
· Para vencer a la muerte, muriendo.
Por lo tanto, para Jesús, ser testigo de la verdad es vivir y proclamar el Amor de Dios y, por ello, entregarse, servir y amar hasta dar la vida, promover la felicidad, el perdón, la paz, la comunión entre las personas.
Una de las mejores imágenes de nuestro rey, su mejor icono, es aquel en el que, de rodillas ante sus discípulos, les lava los pies.
Cínicamente, Pilato, el poderoso gobernador, le preguntó: “¿Qué es la verdad?”
Pues, como respuesta a Pilato y a los pilatos y escépticos de todas las épocas, también los de nuestros días, hay que decirles que la verdad es el propio Jesús; Él es la verdad, porque vive, se manifiesta y muere para manifestar el mayor de los amores. El Amor de Dios que nos acompaña, nos ofrece su gracia y la VIDA en plenitud y para siempre. El Amor manifestado humanamente en Cristo, que siempre salva y levanta a todo aquel o aquella que quiere acercársele humildemente. Esta es la gran verdad de la vida.
Y, por ello, en el diccionario de Jesús, y en el nuestro, “reinar” es amar y servir hasta la última gota de sangre y hasta el último suspiro de vida.
¡Este es nuestro Rey y Señor del universo!
¡No podemos tener mejor Señor!