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ADVIENTO: ¿QUÉ, CÓMO Y POR QUÉ PODEMOS ESPERAR? |
ADVIENTO: ¿QUÉ, CÓMO Y POR QUÉ PODEMOS ESPERAR?Sat, 29 Nov 2014 05:18:00
Mn. Francesc Pardo Artigas, obispo de Gerona
Mn. Francesc Pardo Artigas
Con frecuencia se confunde la esperanza –una actitud o virtud fundamental de la vida cristiana- con una actitud pasiva, como la de quien espera pacientemente su turno para realizar una gestión o visita…
A lo largo de mi vida he escuchado objeciones a la actitud de espera procedentes sobretodo de ideologías comprometidas en cambiarla historia. Suresumen era: “A vosotros, el cielo os lleva a olvidar la tierra”. Quizás por eso al inicio del tiempo de adviento reflexiono sobre la esperanza cristiana, como vivirla y como comunicarla.
Hay que mantener los pies en el suelo, por ello me sirvo del Antiguo Testamento, de unos fragmentos del Eclesiastés, que nos recuerda distintos momentos de la vida: “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar… tiempo de destruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír… tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de guardar, tiempo de arrojar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz (3, 1-15)”.
El libro concluye exhortando al lector a pensar en Dios y en sus mandamientos.
Las preguntas a las que hemos de responder son: ¿Qué esperamos? ¿Por qué esperamos? ¿Cómo esperamos?
¿Qué esperamos?
¡Esperamos a Jesucristo!
Esperamos que Jesucristo, el Salvador, que ya se ha encarnado en la historia humana, vuelva glorioso para traernos en plenitud la salvación que nos ofrece con su vida, muerte y resurrección. Pero al mismo tiempo que esperamos podemos vivir lo que Jesús nos ofrece, la Salvación, ahora y aquí, en cada momento de la vida y de la historia.
Esperamos, por tanto, que la historia de cada uno de nosotros y de la humanidad acabe bien, muy bien, porque acabará en Dios.
Dicha esperanza en “el cielo” en forma alguna nos aleja de la tierra y del compromiso de amarla y transformarla, bien al contrario.
Nuestro compromiso es luchar contra todo mal, toda injusticia… en definitiva, contra el pecado, para asegurar la vida con dignidad, con libertad, con fraternidad hacia toda persona y con todos los pueblos, como Dios lo quiere. También es cierto que lo hacemos con la convicción de la victoria final de nuestro Dios y de nuestra participación en dicha victoria.
¿Por qué esperamos?
¿En base a qué fundamentamos esta esperanza?
Fundamentamos dicha esperanza en la primera venida de Jesús como hombre, que nos disponemos a revivir en Navidad con la actitud de esperanza de los justos, de los profetas y sobretodo de María, su madre.
Fundamentamos nuestra esperanza en la vida, muerte y resurrección de Jesús, que ya representa la victoria sobre el mal, el pecado y la muerte.
Nos mantenemos en esta esperanza gracias al Espíritu que hemos recibido y a Iglesia, nuestra Iglesia, que es el pueblo de la esperanza en la historia.
¿Cómo esperamos?
Esperamos acogiendo al Señor, que continua haciéndose presente en nuestra vida, ahora no como hombre, pero sí por medio de signos del todo humanos: en la Iglesia, en la Eucaristía y los sacramentos, en las comunidades, y en toda persona a quien amamos y servimos.
Por ello, la esperanza se vive asumiendo responsabilidades familiares, laborales, eclesiales, de vecindad y ciudadanía; en la proclamación del Evangelio, en los servicios más humildes, que van desde ofrecer comida, vivienda, salidas de la marginación y de la educación, hasta conseguir estructuras sociales y políticas más justas.
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