Con la Pascua de Jesús, la resurrección, la ascensión y la venida del Espíritu Santo, comienza una nueva manera por medio de la cual Dios se hace presente en la historia humana, a la que llamamos sacramental. El primero de dichos sacramentos es la Iglesia, nuestra Iglesia. Ha hecho su camino a lo largo de la historia, a lo largo de los siglos, cumpliendo la misión confiada por Jesucristo, pero también es cierto que, con frecuencia, se le ha pegado el polvo del camino.
En estos últimos años, determinados grupos humanos contemplan la Iglesia como una dificultad y no como una posibilidad de acceso a Jesús y a sus dones. Durante un tiempo, entre ciertos colectivos se hizo famoso aquel eslogan: “¡Cristo, si; Iglesia, no!”, que tiene también versiones actualizadas: “creer sin pertenecer”, “derribemos la Iglesia , para reedificarla”, “ya me entiendo directamente con Dios”, “espiritualidad, si; catolicismo, no”, “ la Iglesia ha traicionado a su fundador y sus orígenes”…
Ante todo ello, algunos católicos que aman a la Iglesia , también ante la difusión de ciertas noticias –no contrastadas- de hechos que manifiestan pecados o incoherencias, quedan muy perplejos y no saben que pensar, ni que responder.
El olvido, consciente o inconsciente, de todo lo que la Iglesia ha hecho y hace y de quienes forman parte de ella, y que buscan el bien de las personas y la sociedad, provoca que aquello que se presenta como negativo –y que lo es- aparezca como un común denominador y se exponga a la contemplación pública. Ante ello, cabe una reflexión en profundidad sobre nuestra Iglesia. Se trata de responder brevemente a la pregunta del papa Pablo VI, durante la celebración del Concilio Vaticano II: ¿Qué hace la Iglesia ? ¿Cuál es la razón de la Iglesia ?
He repetido, en muchas ocasiones, que en nuestro tiempo debemos recuperar el gran valor de la Iglesia en el sentido que lo expresamos en el Credo: “creo en la Santa Madre Iglesia Católica”.
Por ello, durante unos domingos, hacemos esta reflexión catequética sobre la Iglesia.
¿Quién ha querido la Iglesia? En pocas palabras: ¡nuestro Señor Jesucristo! Se ha especulado sobre la cuestión del momento o momentos concretos y explícitos en que se produjo tal “fundación”, como si de un acto jurídico se tratase. Ciertamente que en los evangelios hallamos unos momentos significativos, como la invitación de Jesús a la conversión y a la fe, la llamada y misión de los doce apóstoles, el nombre y el encargo a Pedro de ser piedra angular, la institución de la Eucaristía y de hacer su memorial de entrega durante la última cena, la reanimación –tras la resurrección de Jesucristo- de la fe de los discípulos y del grupo, y la venida del Espíritu. Por tanto, es la consecuencia de su vida, muerte y resurrección, de su misión salvadora que había de continuar a lo largo de la historia humana. Por ello la Iglesia nace de la Pascua de Cristo. Para realizar su misión salvadora, Cristo ha querido la Iglesia. Ello no quiere decir que Cristo estableciese todos los aspectos institucionales de la Iglesia , que ésta, por medio de la inspiración del Espíritu y la sabiduría de los maestros y santos, ha desarrollado a lo largo de los siglos.
El Concilio Vaticano II expresa de forma magnífica que la Iglesia es de Dios y de los hombres: “Es la multitud, el pueblo, reunida en el Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
Por ello la misión de la Iglesia de Dios (que es Amor) consiste en el hecho que los humanos reciban la Palabra y el Espíritu de Dios, por su participación en Cristo, en su Misterio Pascual (muerte y resurrección), en el Espíritu Santo.
También es cierto que dado su carácter humano, es histórica, y una de las exigencias es que se haya institucionalizado. Debe, sin embargo, que en su forma “esta sociedad” se manifieste como “sacramento universal de la Salvación de Cristo”.
No podemos reinventar a Cristo en cada generación, ni tampoco reinventar los sacramentos ni los evangelios. Cada generación puede encontrarse con Cristo, los evangelios y los sacramentos gracias a la Iglesia.
Tenemos acceso a Cristo y sus dones por medio de la Iglesia.
Esta es su misión, el honor y la responsabilidad de cuantos la formamos.