CAMINEO.INFO.- Cada año, cuando llega la solemnidad del Pentecostés, se nos hace presente la pregunta de quién es realmente el Espíritu Santo, cómo lo podemos reconocer, qué es lo que hace en nosotros. El Himno que hoy nos recuerda la liturgia, el Veni, Creator Spiritus, nos da ya una respuesta: todo lo que existe es obra de ese Espíritu Creador. El Espíritu sale a nuestro encuentro a través de la creación y de la belleza del mundo.
Pero el Espíritu Santo viene también en nuestra ayuda, ya que ha entrado en la historia y nos habla de nuevo a través de Jesucristo. San Juan recuerda: “A Dios, nadie lo ha visto jamás: su Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado” (Jn 1,18). Por lo tanto, a través de Jesús, hace penetrar nuestra mirada en la intimidad de Dios. Y si esto no fuera suficiente, el Señor no sólo nos permite esta mirada en la intimidad divina sino que Dios ha salido de su intimidad y ha venido a nuestro encuentro en Jesús, por obra del Espíritu Santo.
¿Qué nos trae ese Espíritu? Sobre todo vida y libertad. Otra vez es San Juan quien nos lo transmite: “yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). No es posible en estas breves líneas semanales pararse a glosar toda esa riqueza, pero sí que quisiera recordar, aprovechando que hoy se celebra la Jornada del Apostolado Seglar, que toda la riqueza de vida y libertad que vemos en tantos movimientos, grupos, comunidades eclesiales que han ido surgiendo en los últimos tiempos son fruto de la acción incesante del Espíritu, que da vida y canaliza la libertad de los hijos de Dios.
Toda esa riqueza espiritual manifiesta también la gran sed de Dios que hay en todos los hombres y mujeres. El deseo de vida y de libertad auténtica, responsable, tiene que impregnar todos los movimientos eclesiales que deben ser escuelas de libertad. Pero, junto con la vida y la libertad, y, precisamente porque las da, el Espíritu Santo da también unidad. Se trata de tres dones inseparables entre sí. Otra vez escuchamos a San Juan, cuando recoge las palabras de Jesús a Nicodemo, que va por la noche a encontrarle buscando la verdad: “El Espíritu sopla allá dónde quiere” (Jn 3,8). Pero la voluntad del Espíritu no es arbitraria, es la voluntad de la verdad y del bien.
La enorme y riquísima diversidad que encontramos en la Iglesia manifiesta, aunque sea de manera tenue, la riqueza de la esencia divina y nos hace entender que son muchos los caminos por los que todos los hombres y mujeres, en el seno de la Iglesia, pueden llegar a conocer y amar a Dios.