CAMINEO.INFO.- Después de que el año pasado celebráramos los 50 años de esta Organización, Manos Unidas nos propone este año una nueva campaña, la número 51, bajo el lema “Contra el hambre, defiende la Tierra”.
Como ya sabéis, desde sus orígenes Manos Unidas se ha ocupado y preocupado por luchar contra el hambre en el mundo: mediante colectas para sufragar proyectos para los países pobres (excavar pozos por tal de encontrar agua, construir dispensarios, alfabetizar en aldeas perdidas, enseñar nuevos cultivos más productivos…). Estas campañas siempre han tenido la finalidad de intentar desvelar en nosotros la solidaridad, para que abramos los corazones a aquellos hermanos nuestros que nos necesitan, siempre partiendo de la frase de los Hechos de los Apóstoles: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y ninguno de ellos consideraba como propios los bienes que poseía, sino que todo estaba al servicio de todos” (Hch 4,32). Este sentimiento proviene de un corazón generoso que ve en cada ser humano un hermano, con independencia de su raza, religión, ideología o nacionalidad.
Quienes ya tenemos unos cuántos años hemos visto cómo ha cambiado nuestro mundo en estos últimos decenios, especialmente en las comunicaciones. Pero nos hemos olvidado de que hay hermanos nuestros en este mismo mundo con los cuales no nos podemos conectar por Internet, porque no tienen casa, ni agua, y, en el peor de los casos, ni comida. Y también son hermanos nuestros, habitantes de esta “aldea global” que es nuestro planeta Tierra. El hambre y la pobreza extrema son todavía una realidad cotidiana en nuestra Tierra.
Hemos de aprender a percibir la realidad de otra manera, más allá de nuestro pequeño horizonte cotidiano. Este mundo nuestro en el que tanto se habla de globalización, es necesario hoy más que nunca considerarlo una gran casa común, en la que todos somos hermanos. No olvidéis que a todos nos sustenta la misma madre Tierra y que nuestro hogar es también la misma madre Tierra. De ninguna manera nos pueden ser ajenos los problemas de nuestros hermanos, aunque estén al otro lado del planeta, como tampoco nos puede ser ajena la situación de nuestra casa, de nuestro hogar.
Nuestro planeta Tierra no es nuestro, pertenece también a todas las generaciones que deben venir todavía y que deben encontrar los recursos necesarios para poder vivir y subsistir. Por lo tanto, debemos defender nuestro planeta, y es una grave injusticia derrochar los recursos naturales de que dispone, sencillamente porque no son ilimitados ni son nuestros, nosotros sólo somos usufructuarios. Al hombre no le es lícito hacer todo lo que le venga en gana, todo lo que esté a su alcance, no. Dios nos hizo administradores de su creación para que hiciéramos uso de ella, pero un uso recto y bueno.
Nuestra justicia no puede quedar nunca cerrada dentro las fronteras de nuestra ciudad o de nuestro país, sino que ha de llegar a toda la tierra y a todos sus habitantes, de manera que es preciso tomar conciencia de que cuanto hacemos repercute en los demás. Tal y como nos propone Manos Unidas para esta nueva campaña, “Contra el hambre, defiende la Tierra”.