la bondad de las pasiones

CAMINEO.INFO.- Hoy procuraré hacer alguna aclaración a un tema moralmente polémico: las pasiones. Es polémico porque hay quien desconfía de ellas, como si fueran caballos desbocados, que no obedecen a los dictados de la voluntad y menos de la razón. Y otros que, por el contrario, las ensalzan, como si fueran lo auténtico, la manifestación sincera de uno mismo, lo espontáneo que se libra de la frialdad del juicio racional y de los prejuicios del voluntarismo.

¿Qué decir? Ante todo que las pasiones, como emociones o impulsos que actúan sobre el obrar, no son en sí mismas buenas ni malas. El Catecismo de la Iglesia Católica señala que “sólo reciben calificación moral en la medida en que dependen de la razón y la voluntad”. ¿Significa esto que las pasiones son siempre un freno? No necesariamente, pueden actuar como un acelerador. Basta considerar lo apasionadas que fueron personas que han hecho mucho por la humanidad, sin olvidar entre ellas a los santos.

San Pablo, por ejemplo, fue apasionado desde su juventud hasta su vejez, y sin esta fuerza de sus impulsos, que primero le condujo equivocadamente a perseguir a los cristianos, no hubiera podido llevar a cabo después la gigantesca obra apostólica que aún nos admira. Y Agustín, fue otro santo apasionado, que exaltó el amor, la primera de las pasiones, hasta el punto de exclamar “Ama y haz lo que quieras”, expresión que debe entenderse a la luz del amor a Dios. El obispo de Hipona se expresó así: “El amor es connatural al ser humano. ¿Os digo acaso que no améis? ¡Dios me libre! Estaríais muertos y seríais odiosos y miserables si no amaseis nada. Amad, pues; pero ¡cuidad bien lo que amáis!”.

Al llevar esta cuestión de las pasiones a la relación entre personas, surge la distinción entre una moral demasiado rígida u otra demasiado permisiva. Sería un error pensar que hay una medida, una línea de separación que permita distinguir objetivamente entre lo admisible y lo inadmisible. Una “moral de límites”, aquella que hacía preguntar a veces a los confesores: “¿Tal cosa es pecado?” no tiene nada que ver con un verdadero comportamiento cristiano. La conducta moral no debe basarse en el temor, sino en el amor, que es una pasión superior y positiva.

En Los novios, probablemente la más famosa novela romántica italiana de todos los tiempos, que narra el amor entre sus protagonistas, Renzo y Lucía, su autor Alejandro Manzoni hace decir a uno de sus personajes: “Dios no turba jamás la alegría de sus hijos, sino es para prepararles otra mayor, más auténtica”. Podríamos añadir que Dios quiere las pasiones buenas. No en vano llamamos la Pasión al último acto de entrega amorosa de Cristo por todos nosotros.