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Dos caminos en único camino |
Mons. Jaume Pujol Balcells |
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Dos caminos en único camino Wed, 01 Jun 2016 10:16:00
Mons. Jaume Pujol BalcellsToda la exhortación apostólica Amoris lætitia está llena de sugerentes reflexiones sobre el amor en la familia, fruto de las sesiones de dos sínodos y del estilo propio del papa Francisco; pero si tuviera que recomendar alguno de sus nueve capítulos quizá me inclinaría por el cuarto, que se titula «El amor en el matrimonio». Es un bello desarrollo del conocido Himno a la Caridad de San Pablo.
El Papa señala que después del amor que nos une a Dios, el amor conyugal es la forma máxima de amistad. Pero a los valores de la amistad «el matrimonio agrega una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto de compartir y construir juntos toda la existencia».
¿Toda una vida? Parece un desafío que excede a las capacidades del hombre moderno. No lo es, sin embargo, si el matrimonio se vive como donación y si el amor supera las naturales tendencias egoístas para compartir el futuro con el cónyuge de modo que ya no hay dos caminos, sino un único camino.
El apóstol expresó estas características del amor verdadero en su Primera carta a los Corintios (13, 4-7), y lo hizo con palabras de eco permanente, que habitualmente se leen en las bodas a petición de los propios contrayentes:
«El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo soporta».
Hablando de la paciencia, la Amoris lætitia dice que el problema surge cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas. Frente a ello anima a admitir al otro como es, «también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía».
La experiencia enseña que las discusiones, también en un matrimonio que se quiere, son habituales. La solución está en perdonarse. Empleando una cita bíblica, el Papa recomienda: «Que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo», y se pregunta: «¿Cómo debo hacer las paces? ¿Poniéndome de rodillas?», y responde: «¡No! Basta un pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía familiar. Basta una caricia, sin palabras. Pero nunca terminar el día en familia sin hacer las paces».
Cuando celebro la misa en unas bodas de plata o de oro, veo esto hecho realidad. Las dificultades del camino no han quebrado el matrimonio, más bien lo han fortalecido. Han dejado entrar a Dios en sus vidas y han vivido la alegría del amor.
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