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SAN PEDRO Y SAN PABLO |
SAN PEDRO Y SAN PABLO Fri, 26 Jun 2015 07:04:00
Los santos Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, no se conocieron durante la vida de Jesucristo en la tierra, pero sí después de su ascensión a los cielos.
Pedro trató íntimamente a Cristo, le siguió desde el principio cuando él mismo y Andrés fueron llamados mientras pescaban. El encuentro decisivo con el Señor lo tuvo Pedro en Cesarea de Filipo. Fue allí donde confesó que aquel que la gente veía como un profeta era el Hijo de Dios vivo. Y también allí cuando él mismo fue investido con la máxima autoridad, la primacía apostólica.
El encuentro de Pablo con Jesucristo fue, en cambio, años más tarde, en el camino de Jerusalén a Damasco, casi a las puertas de esta ciudad, a la que se dirigía para encarcelar a los cristianos. Su columna avanzaba por el desierto cuando de repente se produjo un gran resplandor que le derribó a tierra y, sobre todo, le derribó de sus prejuicios contra los seguidores de Cristo.
Después de un tiempo, Pablo fue a Jerusalén a ver a Pedro y someterse a su autoridad. No obstante, más adelante, a propósito de las obligaciones que convenía imponer a los conversos, Pablo hizo ver a Pedro en otro encuentro, el desacierto en esta cuestión. Y al final de sus vidas, los dos apóstoles coinciden en Roma donde, después de una vida de testimonio de la fe, son martirizados.
La doble fiesta que celebramos el 29 de junio, nos recuerda que hemos de rezar por el papa Francisco, sucesor de Pedro como guía en la Iglesia universal, y nos anima a la tarea apostólica, en la que Pablo fue un gigante, de extender la Buena Noticia por el mundo. Si Chateaubriand, hablando de la ocupación de Francia por Napoleón partiendo de la isla de Elba, se maravillaba de "la invasión de todo un país por un solo hombre", de Pablo podría decirse que invadió todo el Imperio romano. Y no olvidemos sus huellas y su influencia doctrinal que llegan hasta nosotros, la Tarraco del Imperio romano.
En la Plaza de San Pedro resultan familiares las dos estatuas de San Pedro y San Pablo frente a la basílica. Pienso que también en nuestra vida cristiana deberíamos tenerlos como referente. Son guías de la fe cristiana, modelo para todos los tiempos y pilares en los que se fundamenta la Iglesia que Dios quiso fundar para prolongar su presencia en la tierra y redimir a las generaciones de todos los tiempos.
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