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MADRE Y COMPAÑERA |
MADRE Y COMPAÑERASat, 03 May 2014 08:20:00
El rey Balduino de Bélgica, viajaba un día en coche con el cardenal Suenens por una carretera secundaria. Así contó el prelado lo sucedido: «El Rey conducía y yo era el único pasajero. Al pasar cerca de un pueblo, vio una imagen de Nuestra Señora rodeada de un jardincillo de flores, pero alguien había tenido el mal gusto de profanarla poniéndole en la cabeza un casco de punta alemán de la Gran Guerra. Arriesgándose a que lo reconocieran, frenó en seco y, sin decir palabra, salió del coche, se subió al pedestal y quitó el casco, que tiró en una zanja. Cogió de nuevo el volante sin hacer ningún comentario, como la cosa más natural del mundo. Yo vi en este gesto la actitud de un caballero que no permite que se burlen de su madre.»
Me parece una anécdota bonita para hablar dela Virgen María en este mes de mayo, que tradicionalmente le dedica la Iglesia.
Cuando yo era pequeño, los escolares solíamos ir en este tiempo a la iglesia o a la ermita a llevar flores a la Madre de Dios y a saludarla con alguna sencilla oración. Espiritualmente seguimos haciéndolo, desagraviándola por las veces en las que no la hemos tratado como verdadera madre nuestra que es y poniendo nuestros afanes en sus manos.
Hemos de tenerla por compañera inseparable de nuestra vida, como hicieron tantas personas santas anónimas, y algunas muy conocidas, como la madre Teresade Calcuta.
Hay una anécdota que ella misma contaba: «A la Virgen la llamo mi Compañera desde que un día, en Berhampur, le dije al capellán de las Hermanas que me regalase una imagen de María Milagrosa con las manos abiertas, derramando gracias sobre el mundo. Aceptó encantado, embaló la imagen y la llevó a la estación. Era una imagen muy grande, casi de tamaño natural, así que el jefe de estación quería que la facturase y pagase la correspondiente tarifa. Pero yo tenía un pase en los ferrocarriles para mí y una compañera, así que le dije: "ésta es mi compañera...", y me dejó viajar con la imagen sin pagar nada por ello».
Que nosotros también podamos decir en nuestro trayecto por la vida: “Esta es mi compañera”. Seguramente le tenemos una devoción que heredamos de nuestros padres. Hay que transmitirla a los hijos y a los nietos. Así se cumplirán aquellas palabras del Magníficat: «Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones».
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