LA LUZ DE LA NAVIDAD

El acontecimiento más grande de la historia sucedió de noche, en una periferia, empleando el lenguaje del papa Francisco. Belén era periferia del gran imperio romano. El centro era Roma y la civilización tenía otros centros: Atenas, Alejandría, Cartago…allí vivieron grandes filósofos, como Platón y Aristóteles; poetas, como Homero y Virgilio; físicos y matemáticos, como Arquímedes y Pitágoras; guerreros, como Alejandro, Aníbal y César. Pero, ¿qué potente luz podría iluminarel mundodesde una aldea perdida de Judea?

El Libro de la Sabiduría había apuntado, con palabras llenas de poesía, cómo sería de inesperado e incógnito el nacimiento de Jesucristo: “Un silencio sereno lo envolvía todo y, al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable, desde el trono real de los cielos” (Sab 18, 14-15). Una profecía demasiado difícil como para reconocer la llegada del Mesías cuando se produjo.

Fue de noche, cuando la naturaleza duerme y descansan los hombres, también los pastores de los alrededores. Y vino en silencio, en la paz que vino a proclamar y que otra profecía de Isaías, describió como si contara una fábula: “Habitará el lobo con el cordero; la pantera se tumbará con el cabrito; el novillo y el león pacerán juntos…” (Is 11, 6-9).

Quien será llamado “príncipe de la paz” – dice Guardini- no vino a predicar una nueva filosofía; ni a añadir una teoría más a la serie de conocimientos adquiridos hasta entonces por la humanidad, ni a conquistar cimas superiores a las alcanzadas, ni una nueva escala de valores. Desde la plenitud del cielo, desde el corazón del Padre, trae un río de vida parael mundosediento. Dos mil años despuésel mundocontinúa sediento y Él sigue siendo la “fuente de agua viva” que reveló a una mujer junto a un pozo de Samaria.

La Navidad es una ocasión propicia para encontrar a Jesús, como lo encontraron los pastores, y luego los Magos, y tantos vecinos que no aparecen citados en el Evangelio, y que contemplarían a aquel niño recién nacido en un pesebre, hijo de unos padres procedentes de Nazaret, que no había encontrado posada en Belén.

Nosotros lo encontraremos en nuestro corazón si guardamos el silencio necesario. Quizá lo encontremos frente al belén familiar, como los que muchos hemos hecho en nuestras casas, con ayuda de troncos, musgo, papeles de colores, yeso para las montañas y harina para la nieve.

O quizá lo descubramos, inesperadamente, en el bullicio de la calle, con las luces de Navidad colgadas desde noviembre y los escaparates de las tiendas reclamando que hagamos regalos.

Jesús está en el silencio de las iglesias, en los sagrarios, con una presencia de la que nos avisa una vela o una lamparita con luz amable; pero está también en cualquier sitio donde lo busquemos con sinceridad de corazón: en la familia, en el autobús, en la panadería, en el cine, en el hospital… Está en cada persona que nos sale al paso y de modo muy especial en los pobres y en los enfermos.

Que para todos llegue la luz de la Navidad en esta noche de paz y de amor.