Ha llegado el día esperado con tanto gozo —el domingo 13 de octubre— de la gran beatificación que se celebrará en Tarragona. En conjunto serán 522 los mártires de la fe que entregaron la vida por Jesucristo en el siglo XX que este domingo serán beatificados; es decir honrados, puestos de ejemplo, para que podamos más fácilmente encomendarnos a ellos y ser fieles al testimonio de sus vidas.
El principal motivo de que la magna ceremonia se celebre en Tarragona reside en el gran número de mártires de nuestra Archidiócesis: 147. Entre ellos se cuentan un obispo, Manuel Borràs, 66 sacerdotes diocesanos, 2 seminaristas y 78 religiosos (7 carmelitas descalzos, 20 benedictinos —de Montserrat—, 1 capuchino, 7 claretianos, 39 Hermanos de las Escuelas Cristianas, y 4 Hermanos Carmelitas de la Enseñanza).
A pesar del tiempo transcurrido, duele en el alma pensar en la muerte que sufrieron, a veces tras varios días de torturas, por razón del Evangelio. Al mismo tiempo, es un consuelo leer sus vidas y ver con qué paz se despidieron de ella, perdonando y bendiciendo. Algunos eran muy jóvenes y apenas habían comenzado su entrega a Dios; otros fueron sorprendidos por la muerte en plena madurez, después de muchos años de servicio a sus comunidades. Es emotivo pensar que eran de nuestros pueblos, que vieron los mismos paisajes que nosotros, que pisaron las mismas calles y las losas de las mismas iglesias en las que, a partir de ahora, alguna imagen gráfica recordará su presencia.
Quedan entre nosotros familiares suyos próximos o lejanos según los casos, quedan personas ancianas que les conocieron de niños. No pueden ser unos beatos más “nuestros”, siendo a la vez de la gran familia de los hijos de Dios y teniendo un corazón capaz de albergar a todos, según el modelo de Cristo recordado en su martirio por el obispo Fructuoso.
La Iglesia es consciente de que, en palabras de Tertuliano, estos mártires son “semillas de cristianos”. A la vez que les honra y se encomienda a ellos, la Iglesia gira sus ojos hacia muchas personas que nunca tendrán martirio, pero que entregan su vida por Jesucristo en el puesto que la vida les ha colocado. Pienso en especial en tantos padres de familia que saben transmitir, con su ejemplo y su palabra, valores cristianos a sus hijos. Que les educan en la fe de modo sencillo, enseñándoles las primeras oraciones al pie de la cama y antes de que se duerman; o que se hacen acompañar por ellos a la misa dominical; o que, simplemente, les invitan a bendecir la mesa antes de comer para dar gracias a Dios por los alimentos que van a recibir.
Son ellos, movidos muchas veces por el ejemplo y el servicio de tantos buenos sacerdotes y religiosos, quienes han hecho que Catalunya fuera cristiana. Son los llamados a que continúe siéndolo, como mejor legado para quienes más aman y para las futuras generaciones. También a ellos los tendremos presentes cuando este domingo, 13 de octubre, honremos a nuestros mártires.