CAMINEO.INFO.- En nuestro hemisferio, Agosto es el mes veraniego por excelencia y aquel en que mayor número de personas se toman vacaciones. En mitad de este mes —particularmente simpático— del calendario, numerosos pueblos de toda la geografía celebran sus variadas fiestas patronales y, por encima de todas ellas, brilla la dedicada a la Asunción de María, que en Catalunya llamamos “La Mare de Déu d’Agost”.
Esa festividad, la más antigua y solemne en honor de la Virgen, recoge la creencia de que, al final de sus días en la tierra, la mujer que concibió en su seno a Jesús, fue elevada en cuerpo y alma al Cielo.
La tradición se hizo belleza en representaciones populares de este misterio. Particularmente antiguo y meritorio es la que se celebra en La Selva del Camp. Los días 14 y 15 de agosto, en la magnífica iglesia parroquial, se representa un drama sacro de cuya antigüedad se tienen noticias que lo remontan al siglo IV, siendo probablemente el drama asuncionista más antiguo de Europa en lengua románica. Resulta conmovedor contemplar como tantos vecinos del pueblo se implican en esas representaciones que, por otra parte, tienen un valor artístico indudable, además del religioso.
En efecto, la Iglesia siempre mantuvo —basándose en la Tradición— esa convicción sobre el destino de la Madre de Dios. Pero llegó un momento en el que, respondiendo a muchas peticiones, el papa Pio XII elevó a dogma esa creencia. Fue el día 1 de noviembre de 1950 cuando el Pontífice, tras consultar al episcopado —que respondió de manera casi unánime—, proclamó que “la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. Se trata, en el orden temporal, del último dogma de la Iglesia. El anterior también fue mariano: el de su Inmaculada Concepción, proclamado por Pio IX.
Aunque las verdades de fe no son, por definición, demostrables, nos parece entender que Dios quisiera que la Madre de su divino Hijo fuera elevada al cielo con el alma, pero también con el cuerpo en el que Jesús se encarnó para habitar entre nosotros.
La Iglesia no se ha pronunciado sobre si ese tránsito de María sucedió a su muerte o mediante la “dormición”, como también señalan muchas tradiciones y representaciones plásticas. Sobre lo que sí hay certeza es sobre la dulce providencia que la Madre de todas las gracias tiene para con sus hijos, que la invocan siempre y con particular devoción en estas fechas veraniegas.
Permitidme pues que os invite hoy a festejar a nuestra Madre y que sea siempre el centro de nuestra vida como lo es de este calendario veraniego.