CAMINEO.INFO.- El 22 de diciembre de 1902 un seminarista escribió en su dietario: “Señor Jesús, me humillo hasta el polvo ante ti. Mira que miserable soy: me lo haces palpar con la mano todos los días… Me arrepiento, y estoy otra vez con las distracciones…”. Este seminarista era Angelo Roncalli, el futuro papa Juan XXIII.
Unos días más tarde, el 1 de enero de 1903, se hallaba en la circunstancia en que también nos encontramos nosotros ahora de iniciar un nuevo año. Y entonces escribió: “He visto la primera luz del año. Lo consagro al corazón amoroso de Cristo, para que sea un año verdaderamente fecundo para mí en buenas obras, el año en que me haga santo de verdad”.
Este es también personalmente para mí el deseo con el que comienzo 2011 y me gustaría que fuera también el de todos. Año Nuevo, vida santa, vida cara a Dios que no quita nada, sino que nos lo da todo, comenzando por la íntima felicidad de la que cabe disfrutar en esta vida.
¿Quién no recuerda la emoción con la que desde niños hemos vivido las fiestas navideñas y el comienzo de año? Después, la experiencia nos ha enseñado que la alegría es efímera si no se construye sobre bases sólidas. Hemos brindado, pero los brindis no pueden prolongarse; hemos saludado el año comiendo uvas y con fuegos de artificio, pero después llega la realidad de la vida de cada día.
¿Y qué hacer entonces cuando la rutina reclama su papel en nuestra existencia y cuando los problemas, agravados por la crisis, llaman a la puerta? Hay respuestas que se refieren a nuestra actitud ante lo que nos sucede, pero sobre todo hay una mano que se nos tiende desde lo alto para que no nos sintamos nunca derrotados.
“El hombre —dice Benedicto XVI— aspira a una alegría infinita, quisiera placer hasta el extremo, quisiera lo infinito. Pero donde no hay Dios, no se le concederá, no puede darse. Entonces el hombre tiene que crear por sí mismo lo falso, el falso infinito”.
El Papa alude a algunos males de nuestra época y los concreta, a modo de ejemplo, en el consumo de drogas. Se toman para levantarse sobre la existencia que uno lleva y lo que hacen es destruir a la persona. Son remedios que engañan, como si alguien pidiera socorro porque se está ahogando y quienes están a su lado, en vez de echarle un cable le arrojaran una piedra.
Mi deseo para 2011 es que encontremos el sosiego necesario para reflexionar sobre la vida y así poder apreciarla en su verdadero sentido y conducirnos en consecuencia. En este camino encontraremos a Dios que nos espera para, como en Emaús, andar a nuestro lado.
