CAMINEO.INFO.- El próximo domingo el Papa consagrará personalmente en Barcelona el templo expiatorio de la Sagrada Familia, ese tesoro arquitectónico que nació de la devoción a San José de un grupo de personas y que realizó Antoni Gaudí. Es un templo construido con las aportaciones de miles de personas de diversas generaciones a lo largo del tiempo.
Fue un día de San José, el 19 de marzo de 1882, cuando se colocó la primera piedra, que bendijo el obispo Urquinaona. El notario del acto, al dar cuenta de este momento, dejó escrito: “Sea esta obra a mayor honra y gloria de la Sagrada Familia”.
Gaudí se hizo cargo de la obra un año después, en noviembre de 1883 y trabajó ininterrumpidamente en ella hasta su muerte trágica en 1926. Su genio de artista construyó un templo único en el mundo, pero su alma cristiana hizo algo más: impregnó toda la construcción de amor a Dios y de devoción a la Sagrada Familia. Basta ver que diseñó 18 torres: cuatro encima de cada una de las tres puertas que forman un total de 12 dedicadas a los apóstoles; otras cuatro, a los evangelistas; en el centro una torre central dedicada a Jesucristo, con 167 metros de altura e, inmediatamente detrás, la de la Virgen.
Esta catequesis arquitectónica —Cristo, la Virgen, los evangelistas, los apóstoles— es sólo una muestra, aunque la más llamativa, de las muchas obras menores que están llenas de simbolismo religioso en las columnas, arcos y capiteles. La imitación de elementos de la Naturaleza, en la que el artista ve la mano de Dios creador, se completa con la representación de verdades de nuestra fe en una combinación excepcional del mundo físico y las realidades eternas.
No sería posible explicar el éxito que tuvo la iniciativa y su continuidad a lo largo de los siglos, desde finales del XIX a estos comienzos del XXI, sin tener en cuenta la tradición cristiana de Catalunya. Fue ella la que impulsó a levantar un templo expiatorio en circunstancias difíciles para la Iglesia, y la que verá culminar en las próximas décadas este homenaje a Jesús, María y José, la trinidad de la tierra, reflejo del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la trinidad celestial.
El domingo 7 de noviembre de 2010 será un gran día para Catalunya, un momento histórico para dar gracias por los esfuerzos de tanta gente que nos ha precedido, un día que nos lleve a comprometernos en mantener la devoción secular y a que nuestra vida cotidiana se acomode a la voluntad de Dios, que nos preside desde esa Casa construida con el arte de un genio sobre los cimientos de la fe colectiva.