CAMINEO.INFO.- La semana pasada reflexionábamos sobre Pedro, pescador y apóstol; hoy volvemos sobre esta gran figura de la Iglesia a quien Jesús, cambiándole nombre —“Tú te llamarás Cefas, que significa piedra”—, le da un mandato. En el Antiguo Testamento el cambio de nombre anunciaba una misión. De hecho, esa voluntad de Cristo de atribuir a Pedro un especial relieve en el colegio apostólico se manifiesta numerosas veces en los relatos evangélicos.
También se capta en los evangelios cómo Pedro es consciente de esa posición particular, y así lo vemos hablar en nombre de los otros, preguntando, pidiendo explicaciones, salvando la incomodidad de algunas situaciones al hablar en nombre de todos. Igualmente decidida es la profesión de fe que en nombre de los Doce hace cerca de Cesarea de Felipe, cuando Jesús les pregunta a los apóstoles qué dicen ellos sobre quien es Jesús. Jesús pronuncia la declaración solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: "Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... A ti te daré las llaves del Reino de los cielos y lo que atares en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desatares en la tierra quedará desatado en los cielos "
Pedro es, pues, el fundamento de roca sobre el cual se edifica la Iglesia, tiene las llaves para abrir y cerrar, y puede atar y desatar. Estas tres metáforas nos explican la misión de Pedro en la Iglesia de Cristo: son imágenes gráficas de lo que llamamos la potestad de jurisdicción.
Hermanos, fijémonos en lo que representan Pedro y todos sus sucesores. Pensemos también cómo en la última cena Cristo le confiere a Pedro el ministerio de confirmar a sus hermanos. Ese gesto de Jesús, en momentos tan decisivos e íntimos como son los instantes previos a la Pasión, nos indican el sentido último del primado de Pedro: hasta el fin de los tiempos el Santo Padre ha de ser el custodio de la comunión con Cristo. Sólo juntos podemos estar con Cristo, que es el Señor de todos. Por lo tanto, la responsabilidad de Pedro consiste en garantizar la comunión con Cristo, guiando la realización de esa caridad en la vida cotidiana. ¡Qué gran responsabilidad pesa, pues, sobre el Papa!
Comprender mejor cuál es la misión del Papa, apenas apuntada en estas líneas, nos ayudará a amar más a aquel que lleva sobre sus hombros un peso tan grande, a rezar y ofrecer algunos sacrificios por él y también por todos aquellos que le ayudan en el gobierno de la Iglesia universal, a no mirar si es este o aquel Papa: siempre es el vicario de Cristo en la tierra.
Preparémonos durante estas semanas que faltan para la llegada de Benedicto XVI y a la oración y al sacrificio unamos también todo el cariño que seamos capaces de demostrar a aquel que se entrega cada día por la Iglesia y por todos los fieles.