CAMINEO.INFO.- Hace unos días se publicaba la carta pastoral que he dirigido a nuestros sacerdotes y seminaristas con motivo del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI para conmemorar el CL aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, el Cura de Ars. La efemérides, inaugurada el pasado 19 de junio, concluirá en idéntica fecha del año 2010, en que el Cura de Ars será declarado patrono de todos los sacerdotes del mundo, también de los religiosos. La finalidad casi única de este año es que todos los sacerdotes renovemos en profundidad nuestra adhesión total a Jesucristo, con el que quedamos configurados en nuestra ordenación, crezcamos en amor e intimidad con el Señor y aspiremos con todas nuestras fuerzas a la santidad, para poder conducir a las almas a nosotros confiadas al encuentro con el Señor.
En mi carta afirmo que la biografía del Cura de Ars, cuya vida discurre entre 1786 y 1859, es una de las más conmovedoras y fecundas de toda la historia de la Iglesia. Subrayo el esplendor de su santidad y su condición de modelo de vida y ascesis sacerdotal, de piedad y celo pastoral para todos los sacerdotes. Gloso su entrega a la predicación y a la catequesis y su amor a los pobres, a los que socorría privándose incluso de lo necesario. Subrayo su dedicación perseverante al confesionario, donde por espacio de cuarenta años y durante más de diez horas diarias, acogió con amor a los indiferentes para despertarlos al amor de Dios, guió innumerables almas a la perfección y reconcilió a grandes pecadores arrepentidos, que llegaban de toda Francia y de otros países europeos.
Destaco en mi carta su amor a la Eucaristía, celebrada, contemplada y adorada, verdadero sustento de su vida sacerdotal, y digo que su vida interior, su amor a la pobreza, la penitencia y la mortificación fue el secreto manantial de su caridad pastoral y amor a las almas. Concluyo mi carta recordando a los sacerdotes el lema de esta conmemoración jubilar: “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”, y les pido que el Año Sacerdotal sea para todos un acontecimiento de gracia que nos ayude a renovar y fortalecer nuestra fidelidad al Señor hasta la muerte.
El camino no es otro que la configuración existencial con Cristo Sacerdote, el aprecio del don inmenso que hemos recibido, la búsqueda ardorosa de la santidad, la huida de la tibieza y el aburguesamiento espiritual y la estima y práctica de los medios de santificación que la Iglesia siempre nos ha encarecido: el examen diario de conciencia y la confesión frecuente, la dirección espiritual, la recitación consciente y fervorosa de la Liturgia de las Horas, la oración personal, la devoción a la Santísima Virgen, el rezo del rosario, los Ejercicios Espirituales anuales, el retiro mensual, la vivencia de la fraternidad sacerdotal, la estima de la virtud de la pobreza, la mortificación y el amor a la Cruz. A partir de estas bases sobrenaturales crecerá incesantemente nuestra caridad pastoral, que en el Cura de Ars fue sobresaliente, una copia auténtica del modelo por excelencia, Jesucristo, el Buen Pastor, pues vivió desviviéndose por sus fieles, entregando su vida a la Iglesia y a las almas a imitación de Cristo, “que amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef 5,25).
Pero el Año Sacerdotal no sólo hemos de vivirlo los sacerdotes. Habéis de vivirlo también los fieles. Ha de ser un año de oración de los sacerdotes, con los sacerdotes y por los sacerdotes. En los últimos meses, el Santo Padre ha pedido en varias ocasiones a todos los católicos que oren confiadamente por sus sacerdotes y que pidan al Señor que nos conceda las vocaciones buenas y generosas que tanto necesitamos, enriqueciendo incluso esta plegaria con indulgencias especiales. En la audiencia general del miércoles 1 de julio nos pidió que se multipliquen en las diócesis, en las parroquias, en las comunidades religiosas, especialmente las monásticas, en los grupos y movimientos, iniciativas de oración y, en particular, de adoración eucarística, por la santificación del clero y por las vocaciones sacerdotales, respondiendo a la invitación de Jesús a orar “al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,38). El Papa concluyó su discurso afirmando que “la oración es la primera tarea, el verdadero camino de santificación de los sacerdotes, y el alma de la auténtica pastoral vocacional”.
Hago míos con entusiasmo los deseos del Papa y pido a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, que cuentan con oratorios en sus casas, que secunden estas indicaciones. Dios quiera que en todas las parroquias se recuperen los Jueves Sacerdotales, con exposición del Santísimo y preces especiales por la santidad de los sacerdotes y las vocaciones. Pido a todos también que incorporen estas intenciones a su oración personal.
Con mi gratitud anticipada, para todos mi saludo fraterno y mi bendición.