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“Alegría de veras”, |
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“Alegría de veras”,Mon, 07 Dec 2009 07:32:00 Monseñor Jesús Sanz Montes, ofm,
CAMINEO.INFO.- No hay nada más provocativo que en un momento de tensión, de dolor incluso, des con alguien que exuberantemente te restriega su alegría. En una especie de pacto no firmado uno agradece que las penurias, las dificultades, los pesares, sean cuanto menos respetados y, si puede ser, que sean compartidos. No es la primera vez que vemos a alguien que atravesando ese momento de dolor, al cruzarse con un risueño frivolón le espete sin más: oiga, ¿y Vd. de qué se ríe?
Estamos en un momento bastante bronco, en donde los gozos están más que contados, y parece que nos acorrala y aplasta un sopor tristón, como si la vida no encontrase la brújula, hubiera perdido el mapa y una boira espesa nos impusiese lo más gris de su niebla. Pero, y sin ánimo de provocar, hete aquí que este domingo celebramos un motivo especial que se me antoja audaz y hasta atrevido. Estando como estamos en pleno tiempo de adviento, y cruzando ya el umbral de su tercer domingo, la Iglesia nos dice que debemos estar alegres, que es el domingo “gaudete”, el domingo de un imperativo extraño para los tiempos que corren y nos gastamos: alegraos.
Más de uno podría pensar que alguien ajeno a lo que está cayendo, que goza de una vida muelle sin sobresaltos ni sufrimientos, ha debido decretar o al menos sugerir que en este día debemos sacar al sol nuestra mejor sonrisa. Pero no se trata de un imperativo mordaz, peleón y hasta subversivo, sino que con este domingo se nos invita a una verdadera sabiduría, esa que proviene no del privilegio sino del don que recibimos del Señor y que nos permite ver las cosas con una mirada distinta. Las circunstancias seguirán siendo las mismas, pero las contemplamos desde otra óptica, esa que coincide con los ojos de Dios, y vemos salida en donde la zafia y terca realidad nos chantajea y acorrala para asustarnos con sus heridas.
Hace seis años que vine a vosotros, tal que un día como hoy, en el domingo “gaudete”, y al final de mi consagración episcopal quise deciros precisamente ese mensaje al hilo de esta cita del adviento cristiano. Hoy la liturgia de la Iglesia nos convoca a la alegría desbordante como preparación inmediata a la fiesta de gozo y salvación con la que celebramos el nacimiento del Señor. Es la alegría de una Buena Noticia. Quien me llamó a la vida y al ministerio episcopal, me enviaba para que os la anunciase: os traigo una Buena Noticia, alegraos. Yo no era el Mensaje, sino su humilde mensajero, y esto es algo que me llena al mismo tiempo de estremecimiento y de gozo.
Lo que mueve y llena el corazón del hombre, de todo hombre, es el deseo de ser definitivamente amado. La vida es el torpe o el feliz comentario de este deseo infinito escrito en nuestra entraña. El acontecimiento cristiano es un hecho en la historia que narra con pasión y belleza que ese deseo de nuestro corazón es verdadero, y que Jesús ha venido para hacer posible que la exigencia de felicidad que nos embarga, sea cumplida y realizada en nuestra humanidad.
Yo pedía entonces al buen Dios, y lo pido de veras cada día que pueda ser para quienes el Señor me pone al lado alguien que en su ministerio episcopal recuerda y acompaña ese deseo. Estamos haciendo el camino del adviento. Hoy la liturgia nos hace un guiño de esperanza para que se despierte nuestra alegría. No una alegría fugaz y tramposa, sino esa que nadie nos podrá arrebatar y que nace del encuentro con el Dios que viene y cuyos senderos nos aprestamos a frecuentar.
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