CAMINEO.INFO.- La indiferencia puede coincidir con algo o alguien que se desconoce o que, incluso, se desprecia. Hay en nuestro mundo, y se ha dado a lo largo de la historia, esa indiferencia ignorante o despectiva. Y muchos de los relatos de inhumana injusticia y de insolidaridad egoísta se han escrito con tinta de indiferencia.
Así es cuando decimos ante nuestros problemas y dificultades que Dios está cerca o que está ausente. Y ya el salmista quería demostrar a sus contemporáneos que el Señor no es como los demás dioses: que tienen boca, pero no hablan, que tienen ojos, pero no ven, que tienen oídos, pero no oyen, ni siquiera hay aliento en su boca; que sean igual los que los hacen.
Dios tiene una cercanía que le hace estar presente en la vida de sus hijos, sin ninguna indiferencia hacia las venturas y desventuras que pueden llenar de alegría o sumir en tristeza el paso de los días. De modo discreto, como no dejándose ver ni oír, pero sin dejar de brindarnos su presencia y su palabra, Él siempre está a nuestro lado, dentro de nuestro pálpito, en las encrucijadas de todos nuestros caminos.
Y así nos llega este año la jornada nacional de Manos Unidas, como una ocasión más para comprender el gesto de la cercanía de Dios que sale al paso de nuestros hermanos más desheredados por el infortunio, la desgracia natural y las crisis económicas y morales que tan duramente castigan a personas y familias.
El lema de este año tiene un bello y acuciante trasfondo evangélico: “su mañana es hoy”. No se trata de un acertijo exótico, un trabalenguas camuflado, o sencillamente una frase vacía. Es algo meridianamente claro: que el mañana deseable para tantas personas que han perdido tantas cosas, pasa por el compromiso del hoy estando a su lado como hace Dios. Porque la salvación de Jesús que se hacía pan, se hacía esperanza, se hacía gracia, se hacía salud y se hacía vida, tenía lugar en el encuentro con Él. Cualquiera que fuera el hambre, el desencanto, el pecado, la enfermedad o la muerte, el encuentro con Jesús, Dios hecho hombre, suponía para cada persona un antes y un después. Ahí están sus nombres y sus circunstancias: Pedro, Nicodemo, Zaqueo, María Magdalena, Lázaro, Samaritana, Dimas… junto a tantos otros anónimos de esa muchedumbre hambrienta, enferma, buscadora, sola, que reconocieron en Jesús la respuesta verdadera a sus preguntas menos mentirosas.
“Su mañana es hoy”. Así lo percibieron los primeros cristianos, cuando recordaban precisamente a su Maestro y Señor con este adverbio de tiempo: hoy os ha nacido un Salvador, hoy se cumple esta Escritura, hoy ha entrado la salvación a esta casa, hoy estarás conmigo en el Paraíso. Si nuestra fe y nuestros testimonio de la misma no pasa por el hoy de Dios que abraza a los hermanos con nuestros propios brazos, no podemos prometer sin engañar un mañana distinto. Lo hacemos pensando concretamente en los niños que en los países en desarrollo mueren durante los primeros cinco años de su vida. Queremos que sus vidas se cumplan, se haga realidad lo que Dios quiso para ellos cuando les llamó creándolos.
Desde su misma concepción hay ya un destino para cada ser humano, destino que coincide con la felicidad a la que Dios su Creador les llama. Que no haya ningún factor por el que la vida del no nacido aún o del nacido en esos primeros años, pueda quedar malograda. El Dios de la vida nos pide un compromiso con sus hijos más vulnerables y desvalidos. Porque nos importa su mañana, queremos unir nuestras manos con Manos Unidas, para acercarles de tantos modos el hoy de Dios.