CAMINEO.INFO.- Del 4 al 25 de octubre tiene lugar en la Ciudad del Vaticano la segunda asamblea especial para África del Sínodo de los obispos. Éste es su lema central: “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz”. El año 1994 el Papa Juan Pablo II ya convocó una primera asamblea sinodal para las diócesis africanas, cuyo tema fue: La Iglesia en África y su misión evangelizadora hacia el año 2000: “Vosotros seréis mis testigos”.
Estos dos acontecimientos, y otros que podríamos citar, manifiestan una fuerte preocupación de la Iglesia católica por África. Pero nos podemos preguntar: ¿Qué preocupación demuestra Europa, y más en concreto la Unión Europea, por este continente con el que limita al sur, tan próximo geográficamente y a menudo tan alejado en lo referente a ayudas y solidaridad?
Hemos de estar todos dispuestos a tender la mano en favor de África en la medida de nuestras posibilidades. Los numerosos misioneros y misioneras que entregan su tiempo y su vida al servicio del desarrollo espiritual y social de este continente hacen un trabajo muy valioso.
Acuden a mi memoria las llamadas que Benedicto XVI ha hecho últimamente, sobre todo en el discurso pronunciado en enero del 2007 ante los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede. Y en la exhortación apostólica sobre el sacramento de la eucaristía decía esto: “no podemos permanecer pasivos ante ciertos procesos de globalización, que con frecuencia hacen crecer desmesuradamente por todo el mundo la diferencia entre ricos y pobres”.
Y en la reciente encíclica social que ha publicado Benedicto XVI, en la que hace numerosas referencias a la encíclica de Pablo VI Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos. “Pasados más de cuarenta años desde la publicación de la encíclica, quiero rendir homenaje y honorar la memoria del gran pontífice Pablo VI, retomando sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral y siguiendo la ruta que estas enseñanzas han trazado, para actualizarlas en nuestros días”.
La distancia entre ricos y pobres en el mundo no ha disminuido en estos cuarenta años, sino que en muchos aspectos ha aumentado. Lo cual comporta una gran interpelación para todos, pero de manera especial para nuestro primer mundo. Parece que, a pesar de todo, hay una conciencia ética y un sentido de la justicia que nos permiten esperar que esta situación pueda mejorar en el futuro.
Para lograr este deseo son necesarias muchas iniciativas y un esfuerzo de solidaridad muy grande. Es muy cierto lo que ha dicho Benedicto XVI en su reciente encíclica social: “la sociedad cada vez más globalizada nos hace más próximos. Pero no más hermanos. La razón, por sí misma, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no logra fundar la hermandad, que nace de una vocación trascendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado por medio de su Hijo lo que es la caridad fraterna” (Caritas in veritate, 19).
Hemos de estar dispuestos a dar la mano al continente africano. No empezamos de cero. Y son muchas las personas e instituciones que sienten hoy esta responsabilidad. El Sínodo especial para África puede ser una ocasión para impulsar el desarrollo del llamado continente de la esperanza.
