CAMINEO.INFO.- La inauguración del nuevo Hospital de la Santa Cruz y de San Pablo y el traslado de sus servicios hospitalarios a los nuevos locales, deja libres los pabellones modernistas. Estos constituyen un legado de gran valor artístico y monumental. Su futuro destino es cuestión que interesa especialmente a los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona. También interesa a la diócesis que ha estado presente desde sus inicios –ahora hace ya seis siglos- y a lo largo del desarrollo de esta institución.
La propuesta que deseo exponer, y que indico en sintonía con la Fundación MIA (Muy Ilustre Administración) que tiene la responsabilidad y la competencia jurídica para decidir sobre el futuro uso de los pabellones modernistas, consiste en que en ellos se pueda dar continuidad y nuevo desarrollo a la dimensión asistencial y social que siempre ha estado presente en esta institución, como también siempre ha estado muy presente la atención a la dimensión trascendente y religiosa de la vida.
El Hospital de la Santa Cruz y San Pablo está hoy incorporado a la red pública de salud y colabora con las otras instituciones hospitalarias en la asistencia sanitaria de la población de Barcelona y del país. Tal asistencia ha hecho muy notables progresos entre nosotros.
Pero no podemos olvidar las graves necesidades que se dan en el ámbito sanitario a escala internacional, en especial en el continente africano. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio señalan el sida y la malaria como grandes impedimentos para el desarrollo socioeconómico de África, donde se estima que más de 25 millones de personas viven con sida, y la malaria afecta a más de 500 millones de personas, a causa de la cual cada año mueren aproximadamente un millón de gente.
Por razones humanitarias, y más todavía por motivos cristianos, es obvio que no podemos permanecer pasivos ante tales pandemias. El Convenio Institucional de 1990, en relación al Proyecto de rehabilitación del recinto histórico modernista del Hospital, determina que el destino de los pabellones que integran el legado del Sr. Pau Gil tendrá que ser acuerdo unánime de las tres instituciones presentes en la MIA (Generalitat, Ayuntamiento de Barcelona e Iglesia Católica). Y en lo referente a sus usos, tendrán que respetar los principios del humanismo cristiano, que han sido seguidos en el Hospital a lo largo de su historia.
En este sentido, pienso que los destinatarios de los pabellones tendrán que contribuir, además de al mantenimiento de estas joyas arquitectónicas, a que la MIA pueda destinar los recursos producidos a los enfermos pobres del país y del mundo, colaborando a mejorar la situación sanitaria de los países más necesitados.
Pienso que tanto la Generalitat, como el Ayuntamiento y el Capítulo de la Catedral de Barcelona, que están representados en la MIA, tendrían que disponer del espacio necesario para exponer el trabajo que están realizando en el campo social y cultural en bien de las personas, uniendo asistencia sanitaria y solidaridad.
Si somos fieles a estas finalidades, me parece que también haremos honor a la historia de esta institución tan nuestra, a cuyos fundadores y a quienes le han dado continuidad nos sentimos, con razón, agradecidos.