CAMINEO.INFO.- Nunca nos cansaremos de alzar la voz en favor de la familia. Una realidad fundamental para el desarrollo de la sociedad y, más radicalmente, para la vida de los hombres y mujeres del futuro. Urge continuar en la tarea de promover el valor de la familia y hacer posible todo aquello que la favorezca, aún a sabiendas de que es, como todas las grandes realidades humanas, frágil, pues está vinculada a la libertad de las personas y las circunstancias en que les corresponde vivir.
Hace ya más de veinte años los Obispos de la Conferencia Episcopal Española afirmaban: “hay que advertir que el papel de las familias en la vida social y política no puede ser meramente pasivo, ellas mismas deben ser “las primeras en procurar que las leyes, no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y deberes de la familia” promoviendo así una verdadera política familiar. En este campo es muy importante favorecer la difusión de la Doctrina de la Iglesia sobre la familia, de manera renovada y completa, despertar la conciencia y la responsabilidad social y política de las familias cristianas, promover asociaciones y fortalecer las existentes para el bien de la familia misma”(Católicos en la vida pública, n. 162).
Estas propuestas que entonces señalaban los Obispos, empiezan hoy a ser realidad. En los últimos tiempos, y debido a las políticas insuficientes, cuando no desfavorables a la familia, ésta ha tomado la iniciativa como realidad social, de tal manera que se ha convertido en una referencia fundamental para la construcción de la sociedad. La respuesta de las familias ante temas como el aborto, la libertad de enseñanza, la educación moral de los hijos, la relación con la vida laboral, los medios de comunicación, manifiestan su voluntad decidida de actuar, de dejar oír su criterio y hacerse presentes en el escenario social.
La institución familiar ha influido en los cambios sociales a través de la historia. Su fortaleza nace de su capacidad para vivir su vocación, para empeñarse en la aventura de vivir unidos, fundados en un amor que asume el gozo y la responsabilidad, y que se sabe sostenido por la mano más fuerte de Aquel que nos amó hasta el extremo: Jesucristo. Y a pesar de que algunas familias puedan fracasar en su intento, hasta llegar a la ruptura, esto no debe ser motivo para dejar de proclamar el Evangelio de la familia, que es santuario de la vida y esperanza de la sociedad. No debemos olvidar el criterio fundamental del respeto a las personas, pero tampoco la voluntad decidida para proponer el valor de la familia fundada en el amor libre y fiel de un hombre y una mujer, decididos a permanecer unidos en el tiempo y dispuestos a transmitir la vida.
Feliz y venturoso año 2010.
