CAMINEO.INFO.- Este lunes, día 9 de noviembre, tuvo lugar en el Seminario diocesano de Tortosa el encuentro anual de nuestro presbiterio. Es la fiesta del Reservado, que conmemora el inicio de la vida del Seminario, vinculado a la presencia del Santísimo sacramento de la Eucaristía. Una jornada de fraternidad y de oración por aquellos que han sido llamados, por don de Dios, a prestar sus labios, sus manos y su conrazón para que Cristo continúe presente entre nosotros, especialmente en la celebración de la Eucaristía, y así puedan responder con fidelidad a la gracia de la vocación.
En este día de fiesta el gran edificio del Seminario será de nuevo habitado por muchos sacerdotes que en él se formaron desde su juventud. Una jornada que reslata el valor de la obra educativa que allí se realizó y continúa realizándose hoy a través de diferentes propuestas. Diversos motivos llevaban a una familia a confiar su hijo al Seminario, entre ellos, un gran aprecio por el ministerio sacerdotal. Al llevar a sus hijos al Seminario aceptaban que pudieran llegar a ser sacerdotes, si éstos recibían la “gracia de la vocación”. De hecho, entre los muchos que allí se formaron, unos pocos han llegado a ser sacerdotes. Pero en una gran mayoría quedó un gran aprecio por esta institución que buscaba una formación humana y cristiana, abierta al don de la vocación.
Durante muchos años, niños y jóvenes de nuestra Diócesis se han formado en el Seminario. Podemos ver sus frutos, no sólo en quienes han llegado a ser sacerdotes, sino también en tantos profesionales y padres de familia que allí encontraron un estilo educativo que configuró su vida. Frente a quienes pudieran pensar que llevar a un joven al Seminario era limitar su libertad, la realidad nos dice lo contrario. Más aún, en la pedagogía del Seminario, antes y ahora, se subraya la atención a la persona y el acompañamiento para que pueda decidir su futuro. Un camino que los cristianos realizamos guiados por la pregunta de tantos otros que nos han precedido: “Señor, ¿qué quieres de mí?”. Su respuesta da lugar a múltiples formas de vivir según el Evangelio.
En la fiesta del Reservado, en este Año Sacerdotal pedimos por los sacerdotes, para que sean fieles a Cristo y al ministerio que les ha confiado en la Iglesia. También pediremos por las familias y los jóvenes, para que renueven su aprecio por el sacerdote, quien, a pesar de sus limitaciones, aproxima el Evangelio a cada uno, acompaña a quienes viven en dificultad, y entrega su vida para el crecimiento de la comunidad parroquial. Esto no será posible sin unas familias vivas y unas comunidades parroquiales que sean signo de la presencia de Cristo. El ministerio sacerdotal es apreciado y se fortalece cuando las familias y las comunidades son más plenamente cristianas.