CAMINEO.INFO.- Manifestar las propias convicciones, mostrar el desacuerdo respecto a determinadas acciones legislativas o de gobierno que se consideren injustas, son signos de una sociedad democrática en la que las personas son sus protagonistas. En esta línea, la manifestación que tuvo lugar hace unos días contra la “nueva ley del aborto”, es expresión pública de una realidad que divide a nuestra sociedad y afecta a las convicciones de una gran mayoría, relacionadas con la vida, la mujer y la maternidad.
Por mucho que se quiera revestir de progreso, el “derecho” al aborto es un fracaso en todos los sentidos. Abortar implica una visión radicalmente individualista, pues reduce la transmisión de la vida a una elección de la mujer, dejando de lado el derecho de aquel a quien lleva en su seno: el niño. Desde hace años se argumenta que el aborto es una conquista en el camino de libertad de la mujer, cuando en realidad la convierte en un objeto, la deja sola ante una responsabilidad que debe ser compartida, y la hiere en su intimidad. Justificar el aborto es considerar el “embrión” concebido un simple conjunto de células, un apéndice del cual se puede disponer sin más. Se olvida que todos hemos sido “embriones”, indefensos y dependientes de quien nos ha llevado en su seno.
Sorprende que sea el Estado mismo, quien tiene la responsabilidad esencial de tutelar el bien fundamental de la vida y el derecho a vivir, quien promueva una ley que los pone en cuestión. “El drecho a la vida no es una concesión del Estado, es un derecho anterior al Estado mismo, y éste tiene la obligación de tutelarlo. Tampoco tiene el Estado autoridad para establecer un plazo, dentro de cuyos límites la práctica del aborto dejaría de ser un crimen”(Comisión Permanente de la CEE).
A pesar de todo esto, se insiste en que una nueva ley del aborto puede afrontar con mayores garantías jurídicas y sanitarias esta cuestión, pero en realidad es anteponer el llamado “derecho a decidir” a la realidad del hijo concebido. No olvidamos que llegar a abortar es para una mujer una decisión difícil y dramática, de gran soledad y marcada muchas veces por circunstancias que le crean gran angustia. Pero estas situaciones no se superan legalizando una práctica que es inhumana. Es como si para superar la mentira se estableciera que mentir está bien.
Manifestarse contra lo que creemos injusto, la nueva ley del aborto en este caso, tiene un gran peso, pero más lo tiene el quehacer cotidiano a favor de la vida, ayudar a que se reconozca y valore la dignidad de todo ser humano, desde su concepción hata la muerte, y a promover una educación de la sexualidad humana en el amor, la responsabilidad y la apertura a la vida
