CAMINEO.INFO.- Hay tareas que siempre requerirán un gran esfuerzo y, en ciertos momentos, un gran coraje, es decir, una voluntad decidida de actuar. Entre ellas sobresale la tarea de educar. Una acción que nunca será fácil porque implica el encuentro entre personas y está juego, tanto la libertad como la verdad de las cosas. Hoy este gran esfuerzo adquiere un tono especial. Se habla, como afirma el Papa, “de una gran emergencia educativa, confirmada por los fracasos en los que muy amenudo terminan nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y de dar un sentido a su vida”.
Son muchas las voces que se han levantado en estos últimos tiempos para proponer un gran pacto educativo que dé estabilidad y consistencia a la propuesta de llevar a los jóvenes a un crecimiento en todas sus dimensiones. Sin embargo, estas propuestas muchas veces suenan a propaganda, a intereses ajenos a la realidad de la educación y de aquellos que cumplen con la más noble de las tareas: los educadodes, bien sea la familia, bien sean los profesionales. Necesitamos un pacto, pero no sólo escrito en un texto sino en las convicciones y orientaciones que deben iluminar la acción de quienes participan en el esfuerzo de transmitir de una generación a otra algo válido y cierto, normas y orientaciones capaces de generar una libertad guiada por la verdad.
Entre las diferentes dimensiones de la acción educativa que hay que afrontar, el Papa nos recuerda una de especial actualidad: “encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y de vida, aplicadas día a día, también en las cosas pequeñas, no se forma el caracter y no se prepara para afrontar las pruebas que no faltarán en el futuro. Pero la relación educativa es ante todo encuentro de dos libertades, y la educación bien lograda es una formación para el uso correcto de la libertad. A medida que el niño crece, se convierte en adolescente y después en joven; por tanto, debemos aceptar el riesgo de la libertad, estando siempre atentos a ayudarle a corregir ideas y decisiones equivocadas”(Benedicto XVI, a la Diócesis de Roma, 2008).
Es hora de dar una respuesta a la gran tarea de educar. Y en ello son necesarios los medios, pero es insustituible el educador como testigo de la verdad y del bien, a pesar de su fragilidad y sus fallos. Es la hora de apoyar decididamente a quienes llevan adelante esta tarea, y demostrar a los niños, adolescentes y jóvenes aquella confianza y aquel amor que puede suscitar en ellos lo mejor de si mismos. Es la propuesta del Congreso de Educación Cristiana que celebramos ayer, que contó con la participación de una buena representación de educadores que, en la escuela, en clase de religión, en el tiempo libre y otros ámbitos, realizan la misión de educar con el apoyo de la familia.
