CAMINEO.INFO.- El pasado 19 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, jornada tradicionalmente dedicada a la oración por la santificación del clero, tuvo inicio el Año sacerdotal al que el Papa Benedicto XVI nos ha convocado. Una iniciativa que desea contribuir a “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”(Carta de Benedicto XVI en la víspera del Año sacerdotal en el 150º aniversario de la muerte del santo cura de Ars). Una invitación al reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios, plasmado en tantos pastores generosos, llenos del amor de Dios y servidores de su pueblo, fijando nuestra mirada en la figura del santo cura de Ars, Juan Maria Vianney, Patrono de los párrocos.
El Papa nos ofrece su palabra para empezar este Año sacerdotal, en una carta dirigida tanto a los sacerdotes como a todo el pueblo de Dios. En ella, siguiendo de cerca la biografía del santo cura de Ars, señala las grandes cuestiones que acompañan la vida de los sacerdotes y los caminos para que éstos puedan vivir su ministerio como testimonio evangélico en la hora presente. Recuerda la vida heroica de tantos sacerdotes que, de forma discreta y humilde, acompañan a tantas personas en sus horas, muchas veces más difíciles. No olvida a tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, o incluso perseguidos hasta la muerte. Pero también aprovecha para señalar aquellas situaciones que oscurecen este gran ministerio eclesial, debido a las infidelidades de algunos de sus ministros. Sin embargo, a pesar de todo, continúa señalando el gran don del sacerdocio ministerial.
En toda su reflexión, el Santo Padre destaca de forma particular una invitación, tanto a los propios sacerdotes como a todo el pueblo de Dios, a reconocer el significado y alcance del ministerio sacerdotal para la vida de la Iglesia. Lo hace con estas palabras del cura de Ars: “Si desapareciese el sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma recién nacidos? El sacerdote. ¿Quién la alimenta para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote”.
La celebración de este Año puede ser una oportunidad de renovación para todos: a los sacerdotes, para ahondar en su identidad y misión; a la comunidad cristiana, para renovar su aprecio al ministerio sacerdotal. La meta de todo ello ha de ser la oración por las vocaciones y el apoyo a la obra educativa de nuestro Seminario.