'QUERIDO AMIGO: TE PORTAS CON PLENA LEALTAD EN TODO LO QUE HACES POR LOS HERMANOS, Y ESO QUE PARA TI SON EXTRAÑOS' (3Jn 1,5)

CAMINEO.INFO.- El fenómeno del turismo alcanza todo nuestro territorio diocesano. En España se habla en los últimos años de más de cincuenta millones de turistas, y cada fin de semana se superan los dos millones de desplazamientos. Una realidad humana a la que la Iglesia no es ajena. El Concilio Vaticano II nos dice: “Empléense los descansos oportunamente para distracción del ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo, ya sea entregándose a actividades o a estudios libres, ya a viajes por otras regiones (turismo), con los que se afina el espíritu y los hombres se enriquecen con el mutuo conocimiento” (GS 61).

En realidad, también el turismo forma parte de “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo”(GS 1). La Iglesia contempla las orientaciones pastorales que exige el hecho de la movilidad humana, las nuevas urbanizaciones, los desplazamientos de fines de semana y el turismo(CPT,128); pero éste también tiene luces y sombras. Un factor positivo es el crecimiento económico que provoca en ciertas zonas, con el aumento de puestos de trabajo que conlleva. En las rutas culturales encontramos el turismo religioso: catedrales, monasterios, santuarios, caminos de peregrinación, ermitas, basílicas. El turismo favorece la convivencia, el encuentro entre civilizaciones, culturas y religiones. Nuestras comunidades parroquiales adaptan sus iniciativas y servicios modificando los horarios de Misas y adaptándose a los diferentes idiomas, para facilitar la participación de los feligreses que llegan de otros países.

Pero el turismo masivo puede dañar algunos aspectos sociales de nuestros pueblos: relaciones laborales injustas, falta de salarios dignos, incompatibilidad de horarios con la vida familiar. También puede producir, en ocasiones, una erosión en las costumbres locales, en el tipo de diversión y la forma de vivir y celebrar la fe.

La Iglesia da respuesta a esta situación humana a través de la acogida y, también, a través de la reflexión que ofrecen instituciones como el Pontificio Consejo para la Pastoral de los inmigrantes e itinerantes, y las respectivas Delegaciones Diocesanas. Entre otras propuestas, recomienda vivir los viajes con espíritu cristiano; atender a los profesionales del turismo y tener especial cuidado a la asistencia espiritual de los turistas. Al respeto, las comunidades parroquiales de nuestra Diócesis, sobre todo las del litoral, hacen un esfuerzo para acoger a quines buscan en nuestros pueblos unos días de descanso. Una forma de mostrar la universalidad de la fe cristiana, que nos hermana y nos convoca a reconocer los dones de los otros y responder a sus necesidades.