CAMINEO.INFO.- Todavía no hemos olvidado la alegría que dejó entre nosotros el triunfo de la Selección Española de Fútbol en la pasada Copa del Mundo. En un ambiente marcado por la preocupación ante la crisis económica y social que vivimos, aquel fue un momento de gran euforia que despertó una complicidad capaz de superar enfrentamientos y distancias. Sin embargo, aquello fue una sensación, que no dejaba de tener su valor. Pero la realidad se impone: vivimos tiempos difíciles.
La crisis económica no sólo ha puesto de manifiesto el fracaso de unas determinadas políticas y modos de hacer, sino también la carencia de aquellos valores éticos capaces de orientar las acciones humanas en el logro del bien común, y la nostalgia de una orientación más fuerte, que permita asumir las dificultades que existen en el camino de toda realización humana. Por ello, el Papa ha señalado que la crisis económica es una crisis del hombre.
Escuchamos con frecuencia que hemos vivido durante los pasados años más allá de nuestras posibilidades. Son palabras que anuncian recortes y esfuerzos que vemos necesarios. Pero no debemos olvidar la responsabilidad de quienes nos llevaron a esta situación. Ahora a todos nos toca asumir las consecuencias de unas decisiones que se han manifestado poco acertadas, por no decir inadecuadas. Es el momento del esfuerzo. Pero también el de la esperanza, pues sin ella será imposible ir adelante. Benedicto XVI nos recuerda que “el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones en lo pequeño, ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica”(Spee Salvi, n 35).
Sin esperanza no se puede construir nada. La esperanza es el modo cristiano de afrontar la vida. Entre nosotros predomina el desánimo. Y eso hace difícil avanzar. “Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor… sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar”(Spee Salvi, n 35). Pero ¿dejaremos que esta esperanza habite en nuestro corazón? Sólo así será posible aquella paciencia que va construyendo día a día el camino de nuestra vida, sin conformarnos con la resignación, que lleva a un estado depresivo ante la vida. La esperanza en Cristo nos permite descubrir en los avatares de la vida el sentido de las cosas, y nos impulsa a trabajar con paciencia en la construcción de un mundo más humano, a imagen de Aquel que lo ha dado todo y es don para todos nosotros.