Satanás
es incansable, siempre buscando nuestra perdición. Mejor será confiar en la
Virgen que tenemos a mano.
Ayer, último domingo de
septiembre, en Granada, donde nací y he vivido siempre, se celebró el día de
nuestra patrona la Virgen de las Angustias.
Aunque las cosas resulten
problemáticas y el futuro no se presente color de rosa, mientras podamos
recurrir a nuestra patrona, las cosas pueden mejorar e incluso cambiar.
Todas las ciudades y pueblos de
España, grandes o pequeños, tienen como patrona a la Virgen María bajo alguna
advocación a la que dirigirse para rogarle por todas las necesidades ya sean
las propias, las ajenas, personales o que afecten a todos los habitantes del
lugar.
Quizás nuestras conductas diarias
sean reprobables, pero mientras podamos dirigirnos a la Madre de Dios, es
seguro que podemos volver al buen camino y enderezar los entuertos personales,
familiares y sociales que nos afecten.
Dios no solamente envió al mundo
a su Hijo para salvarnos a través de su sacrificio en la cruz, sino que también
nos dio a María, su madre, para que fuera nuestra madre a la que siempre
podamos recurrir con plena confianza.
Nuestro mundo de hoy está cruzado
de guerras y amenazas de guerras más grandes. No podemos confiar en nuestros
gobernantes ni en las organizaciones que hemos inventado, pero que no servirán
para nada ya que estamos en manos del demonio, de satanás, la serpiente
antigua, la que siempre pone enemistades entre las personas desde los tiempos
de Adán y Eva.
Nuestra esperanza es María, la
que el apocalipsis retrata como una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus
pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Estas doce estrellas son
las que aparecen en la bandera de la Unión Europea y la luna bajo sus pies es
la serpiente cuya cabeza quebrantó la Virgen cuando la cristiandad se vio
atacada por el islam en el siglo XVI, pero que una y otra vez vuelve a
atacarnos.
Aunque fuera vencido en Lepanto, el
islam siempre que puede vuelve al ataque como lo hizo reventando las torres
gemelas de USA o los trenes del 11 de marzo en Madrid o la constante guerra que
se libra en Asia.
Ni la Organización de las
Naciones Unidas, ni la Unión Europea, ni el Tratado del Atlántico Norte son
capaces de traernos la paz que necesitamos aquí y en América, pero podemos
confiar en la Virgen ya la llamemos del Pilar o de Coromoto, de Chiquinquirá o
de Guadalupe. Si el enemigo está presente en todo el mundo la Virgen María
también lo está.
¿En quien podremos confiar?
¿Acaso en los que proponen la Agenda 2030? ¿En los que patrocinan el aborto, la
eutanasia o el dogma del cambio climático? Por mi parte confío en Dios y en la
intercesión de la Virgen.