Muchos no creen en Dios que
busca nuestro bien y tampoco creen en el demonio que busca nuestra perdición.
Empezó siendo un día, pero este
año ha durado más de una semana la exhibición de banderas multicolores y las cabalgatas,
de gente que dice estar orgullosa de su condición homosexual, A mí me han
parecido unos repulsivos aquelarres como aquellas pinturas negras de Goya en
las que celebran un conciliábulo de brujos y brujas presidido por un macho
cabrío representante de Satanás.
Recuerdo la oración que ordenó
rezar el Papa León XIII al final de cada misa pidiendo al arcángel San Miguel
su ayuda “frente a la perversidad y acechanzas del demonio”. El Concilio
Vaticano II suprimió esta oración, aunque el Papa Pablo VI manifestara su
tristeza por haber entrado en la Iglesia el humo de Satanás en lugar del tan
repetido “espíritu del Concilio” que produjo una crisis de la que aún no nos
hemos recuperado.
La repetida consigna de “salvar
el planeta” no era otra cosa que eliminar población, desde las viejas ideas de
Malthus que profetizaba el desastre al crecer la población a un ritmo superior
al de los alimentos hasta el entomólogo Paul Ehrlich y su catastrofista obra
“La explosión demográfica”.
Estas ideas amplificadas por
organismos internacionales y sus conferencias de población pudieron en marcha
campañas de control de la natalidad, tanto por medios físicos y químicos como
por matar a los fetos en los vientres de sus madres.
La ideología de género actúa en
el mismo sentido. Las uniones sexuales que no sean entre un hombre y una mujer,
son siempre infecundas, que es lo que tratan de conseguir los que “quieren
salvar el planeta”.
De cualquier forma, bajo la capa
de reivindicar nuevos derechos se busca eliminar las instituciones que han dado
origen a la civilización: familia, patria, lengua y religión. En la medida que
vayan desapareciendo tales apoyos van llegando minorías dispuestas a hacer
realidad las visiones distópicas de novelas y teorías del siglo pasado que han
pasado su carga disolvente al llamado Nuevo Orden Mundial y su ominosa agenda.
El demonio no es un cuento para
asustar niños. Cuando Jesús va a comenzar su vida pública se retira al desierto
y allí es tentado por el demonio que le sugiere que convierta las piedras en
panes si tiene hambre o que se tire desde el alero del templo para deslumbrar a
la gente y a cambio Satanás le ofrece darle todos los reinos del mundo si se
postra ante él y lo adora.
Dios dota a todas sus criaturas
de libertad y antes de que creara a los hombres creó a los ángeles y parte de
ellos al grito de “no te serviremos” siguieron a Lucifer, mientras que otros
siguieron a Miguel.
Vivimos pues en medio de fuerzas
poderosas que luchan entre sí, pero contamos con la ayuda de Dios, siempre que
la pidamos.
Hay mucha gente que no cree en
Dios ni en otra vida, pero tampoco cree en la existencia del demonio con lo que
le damos una considerable ventaja sobre nosotros.
El demonio actúa no solo en los
aquelarres de brujas sino en las elegantes logias masónicas donde sus miembros
llevan mandiles, se hacen llamar maestros y obedecen las sugestiones demoniacas.
Basta observar con atención y podremos descubrir a los masones entre nosotros.