CAMINEO.INFO.- Si contemplamos
las estrellas y pensamos en la magnitud del universo quedamos anonadados y si
enfocamos un telescopio comprendemos que es incalculable su grandeza.
Si de lo
infinitamente grande pasamos a lo infinitamente pequeño, el átomo, quedamos
igualmente admirados de las partículas que lo forman. Lo grande es cada vez más
grande y lo pequeño igualmente más pequeño de lo que vemos o pensamos.
Y esta maravilla
hay gente, que se dice inteligente, que mantiene que se ha hecho solo, que ha
surgido por sí mismo, lo cual es más difícil de creer que aceptar que exista un
Dios eterno grandioso creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo
invisible y que entre las cosas creadas estemos nosotros, los hombres.
Pero entre el
hombre y la grandeza de los espacios infinitos existe una diferencia
fundamental: que estamos dotados de libertad y podemos aceptar a Dios o negarlo
y de hecho cada vez más gente se cree, estúpidamente, que son su propio Dios, a
pesar de ver que su existencia es efímera e inevitablemente morirán un día,
después de irse deteriorando con la vejez.
Si no hay otra
vida después de ésta, todo carece de sentido y Dios se ha burlado de nosotros.
Pero no, sabemos
que Dios desea que gocemos de una vida perdurable y gocemos de su compañía.
Cristo, el hijo engendrado por Dios y el Espíritu Santo que procede de ambos,
desean salvarnos a todos, pero es necesario que no se lo impidamos, pero parece
que estamos empeñados en buscar nuestra salvación en cualquier otra parte.
Cristo es el que
salva, el Salvador. A lo largo del tiempo han venido muchos “salvadores” ya se
trate de Hitler, de Marx, de Lenin, de Gandhi, del liberalismo o del comunismo,
de Malthus o de Paul Ehrlich, de los que nos embaucan con el cambio climático o
quieren salvar el planeta. También hemos puesto nuestra confianza en la Unión
Europea o la ONU, el globalismo y los que se dicen filántropos: Soros o Bill
Gates y preparan una agenda no sabemos bien si para el 2030 como el Foro de
Davos, o el 2050 que se inventan nuestros gobernantes y sus conspicuos y bien
pagados asesores.
Todo mentiras.
Dios es Amor y solo el amor puede salvarnos, pero amar al prójimo hasta dar la
vida por él no se lleva mucho, pero en todos los tiempos hay hombres y mujeres
que lo hacen y aunque los canonizan, pronto los olvidamos y seguimos con
nuestra ansia de riquezas y placeres, mientras que otros hombres, nuestros
hermanos, se mueren en las colas del hambre o durmiendo a la intemperie entre
cartones.
Cuando yo era niño
nos decían: mira que te mira Dios, mira que te está mirando, mira que te han de
morir, mira que no sabes cuándo. Por mi parte ya lo había olvidados y ha vuelto
a mi memoria de vejo en el dormivela de alguna mañana.
No nos dejemos
engañar: tenemos que morir y solo Cristo puede salvarnos. No crean a los que
nos dicen que el universo entero se ha hecho a sí mismo por muy sabidos y
titulados que se nos presenten.