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Para no volver a
enfrentamientos dolorosos y estériles hay que meditar más sin dejarnos embaucar por la tele..
Mi anterior artículo lo terminaba
con el ruego a mis lectores de no
abdicar de la penosa tarea de pensar y hay quien me ha dicho que todo eso
del NOM y la agenda 2030 le parecen cosas complicadas y problemáticas para
darle vueltas al magín.
Quizás sea útil proponer que
piensen en cosas más cercanas como nuestros periódicos de tirada nacional,
nuestras cadenas de televisión, nuestros partidos, nuestra democracia.
A mí me parece chocante la casi
total unanimidad en el silenciamiento de unas cosas y el despliegue informativo
de otras respecto al gobierno, lo cual parece dar la razón a quienes opinan que
todo ello es el resultado de importantes y jugosas subvenciones. Piensen en el
desigual tratamiento de las cuestiones políticas según se refieran a unos u
otros partidos.
Naturalmente que si usted se
siente identificado con el actual gobierno y los partidos que lo apoyan puede
parecerle bien, pero si entiende que la convivencia entre todos y la democracia
es algo valioso que tenemos que preservar hay que trabajar por ello.
Aunque este o aquel partido no
sean santos de mi devoción no puedo por ello denigrarlos ni agredirlos de
palabra o de obra, pero eso ocurre y no debía ocurrir.
La democracia es un sistema
civilizado de convivencia, aunque hayamos tenido otros intentos democráticos que
terminaron rematadamente mal, por tanto hay que evitar volver a las
deplorables situaciones anteriores y menos aún a utilizar hoy políticamente los
enfrentamientos del pasado para seguir alimentando viejos odios y rencores.
El sistema democrático exige que
cada partido elabore y dé a conocer su programa, no solo para votarlo sino para poder pedirle
cuentas de su cumplimiento en las
siguientes elecciones.
Respecto al cumplimiento de
programas hay que ser exigentes con los presupuestos que no pueden convertirse
en una bolsa a disposición de los gobernantes de turno, sino en la obligación
de dar a conocer el balance de ingresos y gastos que evite derroches
innecesarios. Observen que se habla mucho de aprobar el presupuesto pero no se
habla nada del resultado de cada ejercicio, ni mucho menos utilizarlo para comprar votos de forma más o menos
descarada, para mantenerse en el poder.
No pueden formar parte del
sistema los que pretenden destruirlo. Aceptarlos es aceptar el perjurio, la
falsedad y la traición. Estas situaciones deben contar con el rechazo
mayoritario de los ciudadanos con independencia de sus posturas políticas. Lo
inaceptable tiene que serlo siempre aunque traten de encubrirlo con
razonamientos falsos y capciosos o dudosas alegaciones históricas.
Merece la pena pensar en todo
ello evitando enfrentamientos y haciendo lo posible por favorecer la
convivencia, que será imposible si pensamos en cada partido diferente como un
enemigo a batir.
También hay que pensar en el
extenso capítulo de derechos y libertades que dice garantizar la constitución y
sobre los que habrá ocasión de reflexionar si somos capaces de huir de la
propaganda interesada, pagada y planificada por cerebros a sueldo. Lo dejaremos
para la próxima semana.