Algunas reflexiones para estos días de confinamiento y para
toda nuestra vida
Aprendí los mandamientos de la
ley de Dios recitándolos de corrido cuando estaba en la clase de párvulos, allá
por los años 40. Hoy no sé si mucha gente se los sabe, si no llegaron nunca a
aprenderlos o si los han olvidado por completo.
De acuerdo con el viejo catecismo
de Ripalda el primer mandamiento decía: Amarás a Dios sobre todas las cosas.
Pienso que la gente ama todas las cosas antes que a Dios. Muchos dicen que no
creen Él, otros que son antiguallas y hasta algunos, que se la dan de filósofos,
afirman que no hay más dios que el hombre en su devenir. Lo que me parece
cierto es que nos hemos alejado de Dios y que Él no representa nada o casi nada
en nuestras vidas.
Quizás ahora que vivimos
confinados en nuestras casas y estamos descubriendo que hay muchas personas
estupendas incluso entre nuestros vecinos, a lo mejor Dios vuelve a ocupar
nuestros pensamientos. Os lo deseo a todos.
El segundo mandamiento decía: no jurarás
por el nombre de Dios en vano. El juramento que era la expresión solemne de que
decíamos la verdad lo hemos rebajado hasta hacerlo equivalente a prometer
-¿juras o prometes?- Ha quedado relegado a los tribunales el juramento de decir
la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad. Quizás en la misma medida
que hemos devaluado la idea de Dios también nos hemos devaluado nosotros y
pocos creemos en la palabra de otro sino que exigimos papeles debidamente firmados ante notario.
El tercer mandamiento decía:
Santificarás las fiestas, es decir, no trabajarás y ocuparás el día en hacer
buenas obras y acudirás a oír misa. Hemos reducido este precepto a disfrutar de
las fiestas. Lo de hacer buenas obras y oír misa pues ha quedado en poca cosa.
A oír misa: solo a las de amigos y familiares difuntos las buenas obras casi nos preguntamos de qué obras
se trata. También podíamos pensar en estos días en las personas aparcadas en
una residencia, en un hospital o en su propia casa, que no reciben el afecto de
nadie.
El cuarto mandamiento decía:
honrarás padre y madre. Este precepto suponía una familia estable con un padre
y una madre unidos, viviendo para sus hijos. Ahora, con muchos modelos de
familia, muchas son simplemente parejas inestables, sin hijos o con un solo
hijo. Hay pocas familias numerosas y poca convivencia de hermanos. Honrar a tus
padres ya no pasa de sacar buenas notas y exigir dinero y comodidades. ¿Cómo es,
de verdad, nuestra familia?
El quinto mandamiento decía
escuetamente: no matarás, pero incluía a todos tanto a los niños por nacer como
a los viejos enfermos. Hoy hemos llegado a la aceptación social del aborto y su
legalización, también preparamos una despenalización de la eutanasia, mientras
presumimos de respeto a los derechos humanos, cuando el primer derecho es el de
la vida. Como no nos ha dado por matar a nadie a tiros o a puñaladas, este
mandamiento parece no ir con nosotros.
Como la cuarentena se va a
prolongar habrá ocasión de comentar los otros cinco mandamientos restantes.
Estamos en la semana llamada de
pasión, buen momento para arrepentirnos de nuestros pecados y confesarlos para
que Dios nos perdone. Todos los medios de comunicación nos dicen que estamos
sacando lo mejor de nosotros mismos, cosa que no dudo, pero no podernos olvidar
que somos pecadores y que hemos de morir y presentarnos ante Dios.