Desde la Grecia de Pericles a la nuestra
Grecia nos ha aportado a todos
ciencia, historia, filosofía. Podemos decir que nuestras raíces culturales
nacen en Grecia y llegan hasta nosotros a través de Roma. En este legado
tenemos una idea, una palabra talismán que seguimos usando a todas horas: democracia.
Pericles hace triunfar la
democracia ateniense en el siglo V (a.C.). El fue el que dio acceso a los
ciudadanos de menor categoría, que habían estado apartados del gobierno y el
que estableció el sistema de remunerar con dietas a los jurados, a los miembros
del Consejo y a los funcionarios designados por sorteo, consecuencia necesaria
del principio según el cual las clases desheredadas debían participar en las
funciones de gobierno, pues sin una compensación por el jornal que se dejaba de
percibir, hubiera sido aquél un derecho ilusorio. (Leyendo esto me acuerdo del
PER y las jornadas necesarias para cobrar el desempleo)
Tales auxilios económicos del
Estado se extendieron hasta sufragar los gastos de los espectáculos, por lo que
entre el pueblo se acentuaba la tendencia a considerar al Estado como una institución de beneficencia, lo que a la larga
acarreara sus problemas, entonces y ahora. Tampoco hay que pensar que la
inclusión de los ciudadanos en el gobierno abarcó a todos los habitantes sino
tan solo a los que poseían plenos derechos políticos. Los extranjeros, los
metecos o los esclavos no tenían ningún acceso al gobierno aunque sí a trabajar
o ser alistados en el ejército.
El sistema democrático griego duró
poco tiempo y no se difundió entre las ciudades de la Hélade, pero ya evidenció
sus ventajas y sus inconvenientes. No podemos decir que Roma fuera un estado
democrático ni que sus ciudadanos tuvieran ningún poder frente a la clase
senatorial ni los titulares del imperio, pero al igual que en Atenas el Estado
subvencionaba los espectáculos, Roma montaba el sistema de “pan y circo” para
tener controladas a las masas y explotaba a los países que conquistaba.
Creo que los que detentan el
poder, ya sean reyes o clases adineradas
gracias a su trabajo e industria, en cualquier periodo de la historia no
tienen ninguna propensión a compartirlo con el pueblo.
En América del norte, después de
sus luchas por conseguir la independencia de Inglaterra, una clase ilustrada
retoma la idea de democracia para organizar un Estado con las colonias y lo
plasman en una constitución que se dice democrática, pero Alexis de
Tocqueville, después de observar de forma crítica e inteligente aquella
novedad, deja constancia en su libro” La democracia en América” de lo que opina sobre el experimento que vale
la pena leer.
De hecho los indios, dueños de
aquellos territorios, fueron reducidos a la nada, como nos contaron tantas
películas que vimos el siglo pasado donde los blancos siempre ganaban. De los
negros solo hay que recordar a Martin Luther King y su lucha por conseguir que
se les reconozca como personas allá por el año 1967.
¿Y aquí? ¿Cómo va nuestra
democracia? Los ciudadanos siguen sin
tener un efectivo control de nuestros gobernantes, que elegimos cada cuatro
años, en el mejor de los casos, sin que sea realmente posible exigirles el
cumplimiento de los programas que exhibieron para solicitar nuestro voto, ni
examinar la cuenta de resultados.
Los políticos, aunque hagan
discursos y promesas solo tienen un afán, perpetuarse en el poder y gozar de
sus beneficios, lo que consiguen controlando los medios de comunicación y
dividiendo a la oposición. ¿Democracia poder del pueblo?