Quizás podamos hacer algo más que votar el domingo que
viene
Quedan pocos días para las
elecciones y confieso que estoy preocupado. Los electores votarán, pero el
recuento final ¿quién lo hará? Desconfío de todo y de todos. Casi todos los
candidatos llenan sus intervenciones de vana palabrería. No hay más proyecto
que ganar como sea y borrar del mapa a los contrincantes. En lugar de buscar el
bien de España y de los españoles buscan su propio bien: las prebendas que
llevan anejas los diversos cargos.
Si se trata de la economía, que
parece tambalearse, nadie ofrece el
programa obvio, reducir gastos, empezando por los miembros del gobierno,
diputados y senadores y los mil y un cargos de la administración autonómica en
buena parte duplicados o inútiles.
En cuanto a las leyes dañosas que
nos dejó el nefasto Zapatero, nadie quiere eliminarlas para siempre, salvo
alguna excepción, por miedo a no pasar por “progres” y modernos, aunque se
destroce el matrimonio, la familia y la prole, con el feminismo feroz, la ideología de
género, la promoción del aborto, etc.
Se constata la triste realidad de
una España vacía, pero nadie aporta remedios viables y lo mismo pasa con las
pensiones. Todo el mundo habla de que tenemos un sistema inviable de seguridad
social y que dentro de poco no podrán pagarse las pensiones. Ya hace tiempo que
todos los partidos tenían que haberse puesto a estudiar el problema y la forma
de resolverlo. Pero nuestros políticos no saben de nada, ni estudian nada, ni
hacen otra cosa que atacarse unos a otros.
La paz entre los españoles no
consiste en la mera ausencia de guerra ni se reduce a asegurar el equilibrio de
las distintas fuerzas contrarias, la paz se define como obra de la justicia,
pero no de la justicia penal o administrativa lenta y complicada sino la que
cada cual procura realizar en el ámbito de su propia vida como ciudadano, como
político, como patrono, como asalariado o como juez imparcial y diligente.
Si no hay muchos ciudadanos, que
actúen como cortafuegos, el enfrentamiento será inevitable. Cortafuegos del
odio, cortafuegos de la violencia, cortafuegos de la injusticia. Es necesaria
gente más dispuesta a sufrir la injusticia o la violencia que a causarlas. Esto
exige temple y educación ¿pero quién imparte educación en valores? Hemos pasado
de la educación, que corresponde primariamente a los padres, al adoctrinamiento
sectario.
Podemos recordar el poema de
Kipling a su hijo “if”: si sintiéndote odiado, sin odiar tú a la vez, no
obstante luchar y defenderte, o recitar la oración de San Francisco de Asís:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz, que allá donde hay odio, yo ponga
amor, donde hay ofensa yo ponga perdón, donde hay error, yo ponga la verdad,
que yo no busque tanto ser consolado como consolar, ser amado, cuanto amar,
porque es dándose como se recibe, perdonando como se es perdonado…
Como hemos alejado a Dios de
nuestras vidas quizás todo lo que digo no sirva para nada, pero si hay alguien que esté en esta misma onda, le invito a
pensar, meditar, proponer, difundir que con estos políticos y esta democracia
no se van a resolver los problemas. Piensen su voto para el próximo domingo y
recen para que sirva de algo y después de las elecciones sigan rezando.