A dos pasos de mi casa hay una
expendeduría de lotería y apuestas y me causa una penosa impresión ver a
personas muy mayores hacer cola antes de que se abra el local, tanto en verano
como en invierno. Probar suerte una y otra vez, una semana tras otra, me parece
una lamentable manera de hacer el tonto.
Estos establecimientos promovidos
por el Estado no buscan ningún reparto de riqueza sino una forma más del afán
recaudatorio de la administración para mantener el gigantesco tinglado de sus
gastos.
No dudo que todos los ciudadanos
tengamos la obligación de pagar los impuestos que gravan nuestra economía,
aunque muchos de ellos representan una doble o triple imposición. Pagamos por
lo que ganamos, pagamos por lo que compramos y si adquirimos algún bien por
defunción de un progenitor pues a pagar tocan. Hay gente que tiene que
renunciar a la herencia por no tener forma de pagar el impuesto de sucesiones.
Pero que además de todo lo que
hemos de pagar, quieras o no, que vayas voluntariamente a comprar lotería,
quinielas y otras zarandajas, me resulta rematadamente idiota.
Además de las loterías y apuestas
del Estado van proliferando cada vez más, en todos los barrios, los salones de
juego, donde está meridianamente claro que buscan quedarse con tu dinero y
cuentan con una clientela adicta, sin que conozca a nadie que haya venido a
mejor fortuna a base de apostar al bingo o a las máquinas tragaperras.
En todas las cadenas de televisión
se nos invita a jugar, es decir, a perder tu dinero o el de los tuyos en
apuestas on line y te animan a probar regalándote alguna cantidad para que
empieces.
Y todavía más, desde los
omnipresentes móviles también se nos invita a la perversa adicción al juego y
al uso constante del móvil mismo.
Parece mentira que nuestros
gobernantes que tanto se preocuparon hace años de que todo el mundo dejara de
fumar, pero no parece preocuparles la
adicción al juego, sino que la promocionan.
Todas las adicciones esclavizan:
drogas, alcohol, sexo o pornografía, pero si hace algunos años, en las hoy
devaluadas encuestas del CIS, los españoles señalaban la drogadicción como
problema, ahora ya no. La sociedad parece haber aceptado dándole carácter de
normalidad a todas estas aberraciones: fumar porros o cualquier otra droga,
tomar alcohol en exceso y luego conducir solo merece la atención sanciones
administrativas, aunque ahora en periodo de vacaciones se hable de ello en
todos los telediarios, pero la adicción al juego no merece ningún reproche
estatal sino claramente se le promociona.
Creo que haber conseguido que la
sociedad acepte como normales tantas cosas que no lo son, ni lo han sido, me
parece una desgracia con difícil marcha atrás, máxime ante un envejecimiento
progresivo de la población y el hundimiento de la institución familiar.
El número de jóvenes que no
quieren tener hijos va en aumento al mismo ritmo que crece la pasión por las
mascotas ¿será otra adicción? Por lo pronto es un gran negocio como pueden
comprobar viendo el espacio que le dedican los supermercados y grandes
superficies a la venta de sofisticados piensos y delicatesen para perros y
gastos.
Sé que soy un viejo cascarrabias
pero por favor, piensen en ello.