A los cien años de la
consagración de España al Sagrado Corazón por el rey Alfonso XIII se ha vuelto
a repetir la consagración, pero sin reyes ni gobierno.
Los que consideramos que España
es una realidad sagrada nos parece muy bien ponerla bajo la mirada y el amparo del
Sagrado Corazón, pero esta consagración no es ningún elemento mágico que va a
convertir a todos los españoles o va a
conseguir que gane la derecha, ni entonces ocurrió ni ahora tampoco.
El mundo sigue su curso cada vez
más lejos de Dios, pero para los que nos
sentimos cristianos, esta consagración nos obliga al anuncio gozoso de que Dios
nos ama aquí y ahora y espera que respondamos a su amor amándonos entre
nosotros y amando a los demás. Se trata de cumplir el mandato e Jesús: id al
mundo entero y anunciad el evangelio.
No hay que olvidar ni ocultar que
no se trata de ningún paseo triunfal. La evangelización de nuestro mundo no
será fácil y como todos los que a lo largo del tiempo transmitieron la Verdad
de Jesús pusieron en peligro su propia vida pues el mundo se resiste a
escucharla.
Evangelizar es tarea de todos los
cristianos y no solo de curas y frailes. Existe el peligro de que tratemos de
presentar un evangelio manipulado, un evangelio de compromiso entre lo que
predicó el Señor y las ideas que el mundo llama progresistas, a estos el mundo
puede aceptarlos, pero a los que anuncian y viven integro el evangelio tienen
más posibilidades de ser perseguidos que aceptados.
El mundo, el demonio y la carne
querrán llevarnos a su terreno y alejarnos de Dios, por eso necesitamos una
gran fe en el Padre, al que invocamos
como Padre nuestro, en su Hijo Jesucristo que entregó su vida
por todos y en el Espíritu Santo siempre dispuesto a derramar su gracia sobre
los que lo invoquen.
Esta consagración de España al
Sagrado Corazón de Jesús puede resultar una simple noticia dentro de cualquier
telediario o una seria llamada de atención a los cristianos que estén
dispuestos a arriesgar su vida por el evangelio, porque ser cristiano de verdad
comporta serios riesgos. Los mártires jalonan toda la existencia de la Iglesia
y no solo en el imperio romano o en países de misión, sino aquí y ahora.
Como Jesús podemos ser acusados
de enemigos del César y hoy estamos rodeados de cesares poderosos que no
soportan que se cuestionen sus políticas ni sus negocios y tratarán de marginarnos, de silenciarnos o de
ridiculizarnos. Ellos son los que dominan todos los medios de difusión pero
ellos pasarán mientras que Dios permanece.
Seguir a Jesús es negarse a sí
mismo, tomar la cruz y seguirlo, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. No
se nos promete el dominio del mundo, ni el triunfo de un determinado partido,
ni el triunfo de la Iglesia, sino la vida eterna, la que no tiene fin y de la
que tan despreocupados vivimos las gentes de este tiempo, aunque muchos
quisieran encontrar la fórmula de mantenerse vivos para siempre.
Me alegro de esta nueva
consagración de España al Corazón de Jesús, el corazón de un Dios que nos amó
hasta el extremo, y me alegro de que su imagen ocupe el centro de la península y
que fue tiroteada pos los españoles hace menos de un siglo. A pesar de todo:
Dios nos ama.