Los ecologistas se alarman cuando
cualquier especie animal disminuye su reproducción o deja de reproducirse y se
dedican a buscar las causas: deforestación, calentamiento global, invasión de
plásticos en los mares, introducción de otras especies, etc. y a proponer
remedios.
Cuando se trata de la especie
humana, por el contrario, la alarma,
desde Malthus, es que crezca demasiado
y que el planeta tierra, (o la Pachamama) no podrá alimentarnos y anuncian
hambrunas y cataclismos que hasta el momento no se han cumplido, pero siguen asustándonos.
Paul Ehrlich en su “Explosión Demográfica” vaticinó la catástrofe para 1970,
pero en realidad la producción de alimentos sigue aumentando aunque su
distribución resulte manifiestamente mejorable. Me llama la atención que la
preocupación ecologista por los seres vivos no se extienda también a la especie
humana.
Aunque el descenso continuado de
la natalidad en nuestro país se haya advertido desde hace muchos años no ha
sido hasta ahora cuando se ha producido una fugaz alarma al comprobar que los
que nacen son menos de los que se mueren y han tratado de neutralizarla hablándonos
del crecimiento de los emigrantes. Pero
que crezcan los emigrantes no modifica el hecho de que los españoles
disminuimos y envejecemos a un ritmo tal que el futuro no resulta nada
halagüeño.
Fuimos hechos hombres y mujeres
para crecer y llenar la tierra a través de la unión sexual, placentera y complementaria, que no estaba sometida a
ritmos estacionales como los animales, sino al ejercicio de nuestra libertad
regida por la razón, razón que se nos dio para distinguir el bien del mal.
Mucha gente dice no creer en Dios
pero no dudarán de la existencia del mal. Deseamos el bien pero hacemos el mal,
unas veces por ignorancia, otras por propia voluntad y en esto del sexo
elegimos el placer en lugar del dominio de nosotros mismos, excluimos la
reproducción y caemos en la lujuria.
La lujuria antepone el placer a
cualquier otra cosa. La maravillosa facultad y responsabilidad de transmitir la
vida se rechaza a cambio del placer y cuando esa actitud pasa a generalizarse y
considerarse normal, la sociedad resulta gravemente enferma, va a su ruina y
será sustituida inevitablemente por otras gentes que ocuparán su lugar.
Pienso que los mismos maltusianos
son los que trabajan activamente para conseguir una reducción de la natalidad y
¿salvar el planeta? para lo cual han ido consiguiendo desde poner en marcha los
anticonceptivos a gran escala al mismo tiempo que se predicaba el aborto como
derecho de la mujer, Se ha puesto en marcha la ideología de género para negar
la realidad biológica del sexo y convertirla en un constructo social, modificable
a voluntad al mismo tiempo que se atiza la lucha de sexos desde un feminismo
feroz.
Todo esto no es una evolución
normal, “no es que estamos en otros
tiempos” que traen nuevas formas de comportamiento sino un bien planeado
ataque a la familia como estructura a abatir, pensado por tenebrosas
organizaciones que se consideran “iluminadas” para cambiar el mundo y
convertirlo en una distopía como la que imaginaron Orwell en su 1984 o Huxley
en su espantoso Mundo feliz.
Quizás estemos a tiempo de
evitarlo. Al menos piensen sobre ello.