CAMINEO.INFO.- Madre mía, aún falta un rato para que comience la misa.
El silencio de la parroquia de Luján se inunda, de pronto, del repicar de la campana.
Repicar monótono y conocido. Llamado conocido… Madre... ¿conocido?
- Conocido, sí, hija…. Más, ¿estás segura de que es comprendido?
- Madre, ¿Qué tengo que comprender de un campanario?
Tu silencio inunda el aire de tu gran paciencia para conmigo. Paciencia que mi gran torpeza e ignorancia jamás podrá agotar ¡Oh consuelo de mi alma!.
- Escucha las campanas, escúchalas con tu corazón.
Aunque no te comprenda, te obedezco. Y el tan-tan metálico y monótono de la campana adquiere de pronto una voz distinta.
- Te hablan, hija ¿puedes escuchar su voz?
“Jesús te llama, Jesús te llama, Jesús te llama”
- ¡Madre! ¿Escuchas? Dicen “Jesús te llama”. Pero ¿quién le da voz a las campanas?
Guardas silencio… silencio.
Muchas veces te he dicho que tienes voz de campanas, Madre pero….y la campana vuelve a hablar:
“Je sús te lla ma, Je sús te lla ma, Je sús te lla ma”
Y la metálica voz que la campana deposita en mi oído llega, por una exquisita delicadeza tuya, a mi corazón… y es una voz conocida… es… ¡tu voz, Madre! ¡Tu voz! Que se ha trepado al campanario para llegar, con alas de viento, a los corazones que tengan oídos atentos para oírla.
“Jesús te llama, Jesús te llama, Jesús te llama”
- Entonces, Madre ¿es tu voz la de las campanas? ¿Me llamas también desde el campanario?
Oh, María, que el ingenio de tu amor no escatima medios para acercarme a tu Hijo. Pero… no siempre mi corazón oyó tu llamado. Muchas veces lo escuché pero tuve mil excusas (¡ay, ahora no puedo recordar ninguna!, porque las excusas no son motivos valederos y tienen raíces pequeñas en el alma y las arrastra pronto el viento del olvido) para no acercarme.
Después de un breve silencio se repite el repicar… ahora escucho algo mas…
“Si si a ti ven, Jesús te llama, ven ven te llama”
Y como quien toma aliento para una frase más, un último repique solitario
“Si Je sús hi ja ven”
Luego, el silencio… Silencio poblado del eco de tu voz.
Me siento en el banco… acá estoy… con todo mi bagaje de penas y tristezas, de alegrías y sueños, de proyectos, esperanzas y desilusiones. Me saludas desde tu imagen de Luján. Justo estoy por responderte cuando las señoras de la parroquia comienzan el rezo del Santo Rosario ¿Qué mejor manera de responder a tu saludo?
Si, el Santo Rosario antes de la misa ¡Cuántos secretos encierra!
- Así es, hija. Pero de eso hablaremos el próximo domingo ¿te espero?
- ¡Claro que sí, Madre!
Y quedas en conocido silencio. Bueno, nunca es pleno tu silencio, porque la dulzura de tu mirada no cesa de decirme que me amas. Silencio que abre paso al recuerdo de tu llamada reciente. ¡¡¡Y yo que pensé que decirte que “tenías voz de campanas” era sólo una metáfora!!! Ahora sé que sí, que tienes voz de campanas porque, por una gracia inmerecida, mi corazón te ha escuchado.
Amigo, amiga que lees estas líneas. Cuando escuches las campanas de tu parroquia, intenta escucharlas con tu corazón. Solo desde allí oirás el llamado de tu Madre que jamás, por lejos que estés, dejará de decirte:
“Jesús te llama, Jesús te llama, Jesús te llama”