El contexto en el que hoy se plantea la cuestión de la belleza supone un nuevo reto para todo aquel que desea ofrecer una respuesta. Ya la misma interrogante implica saber a quién la dirigimos: ¿a un nativo digital o a un inmigrante digital? El segundo es aún capaz de recordar que hubo un tiempo en que internet no era lo que permeaba todo mientras que el primero nació con lo digital bajo el brazo.
La revolución digital ha supuesto, además, una reforma mental y así una manera distinta de aproximarse a los problemas. Es el caso que nos ocupa. Mientras el inmigrante digital ha entrado en relación con el mundo a través del ambiente de la interrelación física, el nativo digital lo ha hecho por medio del ambiente de la interacción virtual. De esta manera se puede esperar que la respuesta del primero apunte a una concepción de la belleza distinta de la que puede tener el segundo.
Lo que todo sujeto entiende y percibe por bello y juzga como tal tiene una dimensión objetiva y una subjetiva. La dimensión objetiva puede estar basada en cánones procedentes de convenciones sociales y/o culturales (muchas veces apoyados en disquisiciones especulativas de no poco valor), mientras que lo segundo re-direcciona más bien a una percepción que queda bien recogida en la famosa expresión del «de gustos no hay nada escrito». Ambas, en todo caso, apuntan a lo experiencial pero bajo modalidades diferente: para el inmigrante digital o para el que ni siquiera lo es supone momentos de contemplación, reflexión y discernimiento mientras que para el nativo digital supone interacción.
Demos un paso más y vayamos del sujeto que percibe lo bello al lugar donde la belleza es plasmada y contemplada: ¿es internet como se conoce hoy un espacio para la expresión de la belleza? La respuesta inicial parece ser un rotundo «sí»: el arte, canal privilegiado de lo bello, existe también en la web no como un mero migrar del arte tradicional a internet (art online) sino como una auténtica nueva manera de expresar el ingenio humano (online art). Internet se presenta, entonces, como una nueva gran galería para apreciar lo hermoso pero también para plasmarlo. Esto va de la mano de apelar a considerar programas y otros recursos como verdaderas herramientas de creación artística: si en otros tiempos el pincel o el cincel eran los instrumentos para materializar lo que el artista llevaba dentro, hoy parece serlo el mouse, los softwares, hardware y demás artilugios tecnológicos que facilitan la creación del online art.
Naturalmente estas consideraciones no suponen pensar que cualquier cosa deba considerarse arte y menos una ejecución lograda y por tanto bella. ¿Qué es entonces lo propiamente específico de lo bello en la web?
La facilidad con que en las redes sociales se comparten materiales y éstos son valorados ofrece un indicio que nos deja ver qué es lo que en muchos casos se entiende por verdad en la web: en la percepción de muchos es verdad lo más popular, lo que más se comenta o reenvía. Siendo que la verdad está íntimamente vinculada a la belleza no es extraño que ésta también pase por ser considerada a la luz de la popularidad. ¿Y es entonces esto a lo que se reduce la belleza al tiempo de las redes sociales?
Antes de aventurar una respuesta consideremos también al artista. La interacción ofrece al artista un contacto directo e inmediato con aquellas personas interesadas en sus creaciones pero también puede llegar a condicionar su propia creación en caso de no poseer la suficiente madurez que le haga capaz de pasar indemne ante la tentación de la popularidad que no sería otra cosa que el menoscabo del propio ingenio.
La consideración acerca de la belleza en el siglo XXI pasa por hacerlo también a la luz de lo digital y todo lo que lo digital implica, especialmente en relación al modo de pensar. El binomio belleza-internet, por tanto, conlleva un nuevo reto pedagógico: enseñar a apreciar lo bello, tanto del ámbito físico-material como del online art, se pone como reto. Se trata de un reto que no sólo se limita a los nativos digitales sino incluso hacia el que crea online art, menester que intenta abrirse campo en un nuevo contexto. Consecuentemente, ese reto también apunta a no reducir el tema de la belleza a meras interacciones de masas.