"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?"
Esta es la pregunta que Judas le hace a Jesús, en forma de reproche, cuando ve cómo María, la hermana de Lázaro, le unge los pies con perfume al Señor en Betania. Y añade el evangelista San Juan: "Dijo esto, no porque se interesara por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella".
Dentro del grupo de los doce, Judas era un ladrón y un traidor. La proporción no está mal: entre doce nos encontramos a traidores, ladrones, cobardes… Un jefe de recursos humanos cuestionaría hoy en día los criterios de selección de personal que empleó el Maestro. Bien es verdad, que, dejando a parte el caso particular de Judas, el resto parece ser que, al final, respondieron a las expectativas y acabaron casi todos ellos dando su vida por el Señor. ¡Pero anda que no les costó enterarse de qué iba el tema! Alguno no creyó en la resurrección hasta que no metió su mano en el costado traspasado de Cristo.
Poco han cambiado las cosas dos mil y pico años después. Hoy en día, cada vez que escucho a un político erigirse en defensor de los pobres, me echo a temblar. No hay populista demagogo ni izquierdista de pro que no se autoproclame "liberador de los pobres y oprimidos". Me da igual que se llamen "chavistas" que "castristas"; "maoístas" que "leninistas"; "indigenistas" a lo Evo Morales que "peronistas" a lo Kirchner. Todos se preocupan mucho por los pobres: hasta que llegan al poder. Entonces ellos se enriquecen, hacen lo posible por perpetuarse en el poder y los pobres siguen siendo igual de pobres (con la diferencia de que con éstos, el número de pobres se suele disparar). La primera víctima de estos libertadores suele ser la misma libertad. Con ellos, desaparece cualquier esperanza de justicia y de respeto hacia la dignidad del ser humano. ¡Líbrenos Dios del paraíso socialista y de sus campos de reeducación, sus políticas represivas y sus cárceles repletas de disidentes! Todos estos "revolucionarios" que dicen defender a los pobres son como Judas: los pobres les importan bien poco. Sólo les importa el dinero y el poder y debajo de su discurso no se esconde otra cosa que corrupción y miseria moral. Son traidores sin escrúpulos capaces de vender a su madre con tal de alcanzar el poder y mantenerse en él a cualquier precio. ¿Cuántos millones de muertos ha causado el comunismo en el último siglo?
Este lunes santo no puedo dejar de elevar mi oración por los hermanos católicos perseguidos en tantas partes del mundo por muchos de esos "amigos de los pobres": roguemos por la Iglesia Católica que sufre en la clandestinidad en China o en Corea del Norte; pidamos al Señor crucificado por los hermanos cristianos de Nigeria, Paquistán, Egipto, Arabia Saudí o de tantos países de mayoría islámica que pagan con su martirio el precio de su fe; Imploremos al Señor por los católicos de Cuba, hermanos nuestros tan queridos y cercanos a los españoles.
Pero los falsos defensores de los pobres, los judas contemporáneos también siguen anidando dentro de la propia Iglesia. Según estos judas «existiría una confrontación continua e irreconciliable entre la "jerarquía" y el "pueblo". La jerarquía, identificada con los obispos, se presenta con rasgos muy negativos: fuente de "imposiciones", de "condenas" y de "exclusiones". Frente a ella, el "pueblo", identificado con estos grupos, se presenta con los rasgos contrarios: "liberado", "plural" y "abierto". Esta forma de presentar la Iglesia conlleva la invitación expresa a "romper con la jerarquía" y a "construir", en la práctica, una "iglesia paralela"» (Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal Española "Teología y Secularización en España. A los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II).
Estos sectores "progresistas" de la Iglesia (?) convierten la fe en una ideología y aplicando la dialéctica marxista, se empeñan en establecer una confrontación entre dos "Iglesias": la "Iglesia de los Pobres" y la "Iglesia Jerárquica". Sigamos leyendo el documento de los obispos españoles, que, por una vez, no tienen pelos en la lengua:
«Estos grupos, cuya nota común es el disenso, se han manifestado en intervenciones públicas, entre otros temas y cuestiones ético-morales, a favor de las absoluciones colectivas y del sacerdocio femenino, y han tergiversado el sentido verdadero del matrimonio al proponer y practicar la "bendición" de uniones de personas homosexuales. La existencia de estos grupos siembra divisiones y desorienta gravemente al pueblo fiel, es causa de sufrimiento para muchos cristianos (sacerdotes, religiosos y seglares), y motivo de escándalo y mayor alejamiento para los no creyentes».
Iglesia no hay más que una, que es la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. No hay dos "iglesias". Sólo existe una única Iglesia: la de Jesucristo. Y sólo hay un magisterio, que es el que la tradición ha ido trasmitiendo a lo largo de los siglos hasta llegar a nosotros. Quien pretende romper y dividir a la Iglesia para que se conforme a los valores de este mundo se comporta como Judas y traiciona gravemente al Señor, a su Iglesia y a su Evangelio. La única Iglesia verdadera siempre será una Iglesia de pobres y para los pobres; siempre será una Iglesia perseguida por quienes rechazan el reinado de Nuestro Señor Jesucristo, por quienes, ensoberbecidos, se creen más sabios que nadie y pretenden establecer un magisterio paralelo y alternativo, propio de los falsos profetas. Pero "el poder del infierno no prevalecerá". Como señaló el Papa Francisco, la Iglesia no es una ONG filantrópica. Tampoco es un partido político ni un sindicato.
La Iglesia anuncia a Jesucristo y, desde una profunda y auténtica adoración al Señor Eucaristía, se entrega al servicio de los más necesitados a través de Caritas y de otras organizaciones eclesiales que se desviven por "dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento o acoger al emigrante". Y lo hacemos porque la pobreza es un pecado grave y el Sagrado Corazón de Jesús nos envía a amar y a servir a quienes sufren en su propia carne el sufrimiento y el dolor que el mismo Jesucristo padeció en su Pasión. Adorar a Cristo, escuchar su palabra y celebrar los sacramentos no sólo no está reñido con el servicio a los pobres, sino que es la coherencia eucarística la que nos tiene que enviar a la misión de amar, de "lavar los pies" a nuestros hermanos. Porque adoramos, amamos; porque amamos, servimos. Por eso, es la Iglesia entera la que sirve a los pobres: no sólo Caritas. También quienes entregan sus días y sus noches a la vida contemplativa sirven a los pobres desde la clausura de sus conventos. Y los maestros católicos, desde sus escuelas; y las órdenes hospitalarias, desde la asistencia a los enfermos; y los sacerdotes, desde el ejercicio de su ministerio en las Parroquias; y los padres de familia, trabajando en sus respectivas profesiones, amando a sus maridos o a sus esposas y educando cristianamente a sus hijos. Hay diversos carismas y diversos ministerios, pero una sola Iglesia: auténtico Cuerpo Místico de Cristo que camina en la Historia en comunión con los santos que nos precedieron y que espera que un día el Señor Resucitado vuelva en gloria y majestad para establecer definitivamente su Reinado. Entonces habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia y donde el pecado y la muerte habrán sido derrotados para siempre. Esa es nuestra fe.