“Todo lo que se necesita
para que el mal triunfe,
es que los hombres buenos
no hagan nada”
Edmund Burke
Nunca pensé que los políticos
fuesen la hermana Teresa de Calcuta, pero ni por asomo pude imaginar que una democracia,
por imperfecta que la misma fuese, llegase a ser la pestilente cloaca y
trinchera de confrontación en que Pedro Sánchez ha convertido la política allá
por dónde pise.
Desde luego que no es la consciencia
de su propia ignorancia lo que caracteriza al personaje,
pero alguien que de forma tan reiterada ha dado prueba de su astucia y
capacidad de manipulación para lograr sus objetivos a expensas de los demás,
sin importarle las consecuencias morales o éticas que de sus actos se puedan derivar,
bien podría ser considerado como la encarnación misma de la inteligencia del
mal.
Solo conociendo el pasado podremos
comprender el presente. Quien desde su fundación conozca la historia del PSOE,
comprenderá claramente que toda su retórica de honradez, libertades y derechos
no es más que una grotesca máscara tras la que se esconde su único y evidente
objetivo: la concentración de todos los poderes del Estado mediante el
debilitamiento de las instituciones de control y equilibrio propios de una
democracia, para intentar perpetuarse en el poder. El más reciente ejemplo de
su estrategia para controlar las instituciones públicas clave del país es el
decreto para tomar el control absoluto sobre RTVE.
Siempre ha sido así, incluso
durante la época aparentemente descafeinada de Felipe González. En los años en
que el PSOE hacía ostentación de sus “100 años de honradez”, vieron la luz
escándalos de toda índole, como el GAL, FILESA, Roldán, Ibercorp, Guerra, PSV,
CESID, primera fase de los EREs de Andalucía. Dinero sucio, privilegios, sexo,
drogas, sobornos, nepotismo… la corrupción socialista y de los socialistas, había
contaminado todo el aire que se respiraba.
En medio del escándalo y
estupefacción que este escenario causaba en los españoles, lo más grave fue la
primera estocada que el PSOE asestó a la entonces joven democracia española. Al
disponer en 1985 de una mayoría parlamentaria, el gobierno socialista aprovechó
la ocasión para ejercer un mayor control sobre el Poder Judicial, impulsando una
reforma que cambió radicalmente el modo en que se elegían los miembros del CGPJ,
y con la que a partir de ese momento, lograría una influencia directa sobre la
elección de los jueces y los órganos que los controlaban. Seguro que muchos aún
escuchan el eco del famoso: ¡Montesquieu ha muerto! Aquel fue el grito de
salida en la carrera de la obscena manipulación de la Justicia por parte de la
clase política. Una escalada progresiva que ha conducido al poder judicial a la
controvertida situación en que hoy se encuentra.
Es propio de quienes anteponen el
poder a las necesidades de la sociedad fabricar derechos imaginarios para
ofrecer soluciones inexistentes que nunca llegarán a cumplir por culpa de un
rival inventado.
Así, cuando el fraude queda al
descubierto, el gobernante populista no rectifica; simplemente señala con el
dedo a su rival, esperando que el eco de la culpa tape el vacío de su
desgobierno o las promesas incumplidas. Ilustraciones que resultarán
familiares, pueden ser las
viviendas tantas veces prometidas y no construidas, el caos ferroviario, la
permanente subida de impuestos, la escalada de la cesta de la compra, la
saturación de la sanidad pública, o la inmigración permanentemente
incontrolada…
Pero no seamos negacionistas —palabro
inventado por quien carece de argumentos—. Gracias a Pedro Sánchez tenemos la
Ley de Memoria Democrática y la de feminización del lenguaje —que nada alivia
más los bolsillos vacíos que decir 'miembros y miembras' mientras los precios suben a mayor velocidad que el
tren que nunca llega—, o esa vivienda tan ostentosamente prometida y
nunca lograda. No es bien nacido el que no es agradecido, dice el refrán. Demos gracias al progresismo por
esas leyes que nos aseguran que hasta el perro tenga más derechos que nosotros
en la cola del supermercado.
Buena prueba del desvelo que tiene
el presidente del Gobierno por el bienestar y el progreso de los españoles, es
haber culminado el gran hito histórico de remover los huesos de quien, desde
hacía casi medio siglo, descansaba en la paz de los muertos. ¡Qué gran hazaña, digna de pasar a la Historia,
alterar el descanso eterno! Desde entonces, los españoles ya podemos dormir
tranquilos. Sin duda, esta proeza ha solventado todos los problemas que acucian
a nuestra sociedad.
…
Desenterrar el pasado es reavivar
viejas heridas, es profanar la memoria de un ayer, que por doloroso para todos,
debería descansar en la paz de la Historia. La Historia es y está para ser
estudiada, no manipulada para desviar la
atención de otras historias. La paz, la concordia, y el entendimiento,
no se construyen desenterrando a los muertos. Los estragos del ayer no se deben
remover: en paz deben permanecer enterrados en la tierra fértil de la
convivencia.
Pedro Sánchez ha manifestado en
varias ocasiones su preocupación por cómo será recordado en la Historia. No
debería preocuparse su señoría por ese aspecto. Su paso al espejo del pasado lo
tiene asegurado por haber comprado su acceso al poder traicionando todos los
principios con los que justificó su moción de censura, pactando con quienes
había prometido no aliarse. Tiene asegurado su paso a la Historia por haber
indultado y amnistiado después a los líderes independentistas condenados por un
proceso unilateral de independencia en Cataluña. Está
destinado a dejar su triste huella en la Historia por haberse plegado a todas
las exigencias de los herederos del tiro en la nuca, ignorando la memoria debida
a los muertos y el dolor de las víctimas. Y entre una lista interminable, no de
mentiras, sino de cambios de opinión, de renuncias, promesas incumplidas,
contradicciones, y tal y como le dijo Alberto Núñez Feijoo: por ser “el primer
presidente de gobierno cuya esposa, hermano y hasta el Fiscal general del
Estado están imputados.” Las querellas contra el juez que investiga los casos,
rechazadas por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. “Cuatro causas
judiciales abiertas, quince delitos investigados, once ministerios implicados,
y él al tanto de todo.”
Ya lo dijo Einstein: "El mundo
no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la
maldad."
Mientras el país se enfrenta a un
descalabro sin precedentes, la oposición parece más interesada en sus propios
conflictos que en hacer frente a los problemas de la nación. Incapaces de
unirse unos y otros en una estrategia común, prefieren lanzarse reproches
mutuos, ignorando su deber constitucional de frenar los excesos del poder. El
principal partido de la oposición no ha cambiado. La imagen del bolso de Soraya
sobre el asiento vacío de Rajoy durante la moción de censura, con todo su
simbolismo de resignación o incapacidad, cuando no renuncia a enfrentarse
abiertamente al discurso progresista, sigue habitando en el alma del PP.
En medio de este caos, los lobos, en
un enloquecido ataque sin precedentes, continúan haciendo estragos mientras los
guardas de la hacienda, en vez tomar la iniciativa, solo son capaces de ofrecer
una resistencia amortiguada, tan blanda y maleable como la mantequilla.
Pero no nos engañemos: Mientras la mantequilla llega a impregnar, el
cuchillo ha cortado a voluntad.
Los españoles no nos merecemos ni
este gobierno, ni esta oposición. O ¿Sí?