“No existe una amenaza más peligrosa para la
civilización
que un gobierno de
hombres incompetentes, corruptos o viles.”
Ludwig von Mises
Desde que
erróneamente aceptamos la falsa realidad de la “globalización”, una buena parte
de la sociedad ha convertido el concepto, “ecologismo”, casi en una religión.
Los valedores
de esta doctrina, propugnan la defensa de la naturaleza a ultranza, y la preservación del medio ambiente.
Pero la
naturaleza es una fuerza viva, que en su propia esencia, se alimenta de un
instinto que genera su conservación y desarrollo, y dejado este a su libre
albedrío, termina por convertirse en un todo confuso, desordenado y salvaje. Es
decir: la selva.
El
problema es que en la tierra, el planeta que nos alberga, convivimos varias
especies. Las más advertidas, la vegetal, la animal, y la humana. Todas nos
alimentamos de ese instinto de conservación y crecimiento. Pero para que pueda
ser posible la coexistencia y preservación de las mismas, es preciso que exista
un riguroso equilibrio entre todas ellas. De lo contrario, la naturaleza, a la
que consideramos nuestra madre, se convertiría en madrastra.
No es
racional, ni sensato, que ninguna de las fuerzas que habitan el planeta, crezca
con predominio sobre las demás. Dependen unas de otras. Necesitan las unas de las
otras. De no ser así, ello podría conllevar su propia autodestrucción.
Ejemplos
incipientes de esta posibilidad, los tenemos con frecuencia en España. Osos que
de noche se pasean libremente por centros urbanos, gasolineras y polígonos
industriales buscando comida, lobos que realizan verdaderas matanzas en los
rebaños de los ganaderos, o manadas de ratas que pueblan los parques públicos
del centro de Barcelona.
Si un
ganadero mata a un oso que está abriendo las tripas de una oveja de su cabaña,
será acusado por cometer un delito de “infanticidio de osos”. Si se despedaza a
un no nacido en el vientre de su propia madre, la ley lo ampara y lo denomina
“interrupción voluntaria del embarazo”.
Hoy, la
vida de un animal, vale más que la de un ser humano.
Parece que
ha aparecido una generación espontánea de pirómanos porque precisamente en uno
de los años más secos que hemos conocido en décadas, se han quemado el mayor
número de miles de hectáreas, y según los datos de las fuentes oficiales, casi
todos los incendios se han producido intencionadamente. Es curioso que cuando
pillan –rara vez— a alguno de los autores, y una vez que lo hayan detenido como
acusado, ya nunca volvemos a saber del caso, pero la regeneración forestal para
una superficie quemada, puede prolongarse hasta en 60 años.
La
Policía, Guardia Civil, Fiscalía y agentes especializados en delitos de
terrorismo siempre descartan la existencia de mafias organizadas.
Concretamente, los informes de la Fiscalía, tanto en 2006 como 2017, concluyen
que no existen evidencias de tramas criminales complejas ni organizaciones que
actúen de manera coordinada y planificada. Por el contrario, advierten de una
elevada intencionalidad, muchos descuidos y muchos problemas vinculados al medio rural que acaban en incendio.
El
intentar apagar las llamas cuando hacen su aparición es el último recurso. El
primero para prevenir los incendios es el de limpiarlos, hacer caminos rurales,
cortafuegos, permitir el pastoreo de los rebaños que tan trascendente labor
realizan en el cuidado del medio ambiente y como consecuencia directa, en la
prevención de los incendios.
Gracias al
pastoreo se conservan los bosques, se mantienen los caminos y cortafuegos
despejados, se evita la quema de los matorrales, causa de la mayoría de los
desastres forestales que padecemos cada verano, amén de que ellos sirven de
alimento para las cabras y ovejas.
En la
actualidad atravesamos una crisis energética de imprevisibles consecuencias
futuras, a la que he hemos sido conducidos de modo rigurosamente planificado
por interesados agentes propios y externos.
La gran
pregunta es: ¿Por qué hemos renunciado a explotar nuestras propias fuentes que
tanto necesitamos?
En España,
el petróleo es la principal fuente de energía primaria no renovable; supone el
42% del total y le siguen el gas natural (20%), la energía nuclear (12%) y el
carbón (12%). El resto lo aportan las energías renovables (13,9%).
Hemos
sacrificado el 86% de nuestros propios recursos energéticos seguros, a la
eventualidad de un inestable 14% de energías renovables que nos resultan
extremadamente gravosas, y ese 86% de energía al que hemos renunciado, se lo
compramos a otros países, naturalmente, sometidos a las condiciones que a su
conveniencia nos imponen. Y todo, a pesar de que el presidente del Colegio de
Geólogos de España, afirma que en nuestro suelo hay reservas de gas y
petrolíferas para cubrir nuestras necesidades durante 60 o 70 años.
Les
ponemos un veto radical a las energías térmica y nuclear porque las
consideramos contaminantes. Tanto que a Francia le pagamos 75.000¤ diarios
—cerca de 30 millones anuales— por almacenar los residuos de nuestras exiguas
centrales.
Pero según
datos del ministerio español para la transición ecológica, Francia tiene en
funcionamiento 58 centrales nucleares—algunas de ellas, muy cerca de nuestras
fronteras—y aún proyecta aumentar su producción con otras nuevas para luchar
contra la crisis que se nos avecina.
La
tecnología de las centrales nucleares ha evolucionado muchísimo en materia de
seguridad. De cualquier modo, en el espacio no hay fronteras. En caso de un
accidente en una de las centrales nucleares francesas, ¿España se libraría de
sus consecuencias?
España no
solo ha paralizado nuestras centrales térmicas, sino que las han volado para
asegurarse de que no se puedan volver a poner en funcionamiento en el caso de
una crisis como la que se nos avecina, cosa que por ejemplo se dispone a hacer
Alemania, en el caso de que Rusia cortara el suministro de gas.
España ha
empezado a comprar a Marruecos energía generada con carbón, después de cerrar
las minas y volar las centrales térmicas que quemaban ese mismo carbón, pero
autóctono, en Castilla y León, Asturias y Aragón.
Cerrar las
minas y volar las centrales térmicas españolas —algo que no ha hecho nadie en
el mundo— son acciones que generan paro, y pobreza, al tiempo que hacen cada
vez más débil a nuestro país y dependiente de terceros —no siempre amigos— que
se benefician de nuestra indigencia política.
¿Acaso la
contaminación que produce Marruecos, estando tan cerca de la península, no
atenta contra la preservación del medio ambiente español?
El
ecologismo radical, encubiertamente
disfrazado bajo la idea de la «defensa de la Naturaleza», es la aplicación de
un comportamiento ético discriminatorio y excluyente, que abanderan las izquierdas.
El
ecologismo radical miente
miserablemente cuando dice defender el medio ambiente. Aquí no se trata de
salvar el planeta. Lo que se está librando es una auténtica guerra geopolítica
y financiera, en la que como en toda guerra, morirán muchos, mientras se
enriquecen unos pocos.
Es curioso
comprobar como esta embaucadora idea, es fervorosamente defendida por las ONG,
los programas de cooperación al desarrollo, los sistemas educativos, las
películas, los periódicos, .los libros y en todo tipo de lecturas de las redes
sociales.
Diríase
que se ha erigido en una falsa doctrina moral que ha de presidir nuestro
comportamiento sobre el planeta.
Y es
doctrina, porque cualquiera que se manifieste en contra de los términos
extremistas con los que se viene aplicando, es automáticamente anatematizado
por aquellos que tratan de imponerla y por sus ciegos seguidores.
Es falsa
porque una organización tan poderosa como es la Unión –desunida– Europea, en su
momento, consideró contaminante la energía nuclear. Sin embargo, ahora que por
causa de su irresponsable política en esta materia le está viendo las orejas al
lobo, no ha dudado en declararla como energía verde no contaminante y son ya
varios países los países europeos que han decidido volver a servirse de la
energía nuclear.
Pero… ¿A
qué estamos jugando? ¿Nos mentían antes cuando decían que era contaminante, o
nos mienten ahora al decir que es verde?
Sin
embargo el señor presidente del Gobierno español, sigue diciendo que de
nucleares ¡Nada de nada!
España
está en manos de Francia, Rusia, Alemania, Argelia, Marruecos, y ahora también
Italia.
Somos el
muñeco del pin, pan, pun, al que en la feria todos tiran sus pelotitas para
tumbarle.
¿Quién
mueve los hilos de la marioneta en que nos han convertido? ¿A quién obedecemos,
y por qué?
Pero no
debe sorprendernos la tesitura en que nos encontramos, porque para quien su
único objetivo es el poder por el poder, no existe una vía media entre la
cumbre y el precipicio.
Y todo esto,
utilizando como pretexto la inmensa tragedia en la que se encuentra sumida Ucrania,
Resulta
difícil encontrar mayor mezquindad de la que están demostrando muchos políticos
occidentales que solo miran su propia conveniencia electoralista y la de
aquellos medios de comunicación que les hacen el juego, alineados con
determinadas asociaciones, fundaciones y ONG’s de los que no estaría de más
conocer, cuales son y de donde salen, los cuantiosos recursos que manejan para
desarrollar las gigantescas campañas internacionales a favor de su supuesto
ecologismo y en contra de una energía nuclear de la que se están aprovechando.
Si
realmente llegásemos a conocer los oscuros intereses que pueden esconderse tras
el verde que dicen defender, es posible que sus valedores, se pusieran rojos
—como los tomates, pero de vergüenza— en el caso de que la tuvieran.
Todos
debemos defender el ecologismo, pero no este, sino el
ecologismo humanista que el inolvidable Miguel Delibes dejó plasmado en “El
Camino”, “Las Ratas” o “Diario de un cazador”.
De lo
contrario, la naturaleza, no será nuestra madre, sino nuestra madrastra.