CAMINEO.INFO.-
“Edúcame con cuidado.
Estoy hecho de sueños”
Anónimo
Si un
espectáculo hermoso se ha podido presenciar en estos días, ha sido el de la
vuelta al colegio de nuestros niños.
Bastaba
con aproximarse a la puerta de cualquier colegio y contemplar la llegada de
nuestros ángeles - sí, nuestros, no del Estado - con sus mochilas a la espalda. Algunas
abultaban casi más que sus diminutas figuras, con sus falditas o pantalones
cortos, cogidos de la mano de sus padres o abuelos.
Han tenido
que madrugar, desayunar, arreglarse para su primer día de clase, coger sus
libros, sus cuadernos y lápices de colores…
¡¡Corre
Daliaaaaaa, Quiqueeeeee, Unaiiiiii!! ¡¡Que llegamos tardeeee!!
Momentos
de nervios, de incertidumbre y llenos de emociones.
No se ha
pintado aún el cuadro capaz de reflejar la limpieza de la mirada de un niño, y
sin embargo… ¡Qué maravilloso universo podía contemplarse en sus rostros! Sus
expectativas ante el inicio de un nuevo curso, y el descubrir un mundo nuevo,
maravilloso y desconocido para ellos; la alegría expresada en sus rostros ante
el reencuentro con sus compañeros del curso anterior: sus amiguitos.
¡Quique
es un niño muy revoltoso...!
¡A
Dalia le gusta jugar a hacer comiditas con plastilina!
¡Unai
es un pegón!
De este
tenor y parecidos, eran las expresiones de nuestros “enanillos”, que se podían
escuchar a las puertas de cualquier colegio.
Cautivaban
sus caras de expectación, asombro, o alegría. En sus rostros, se reflejaba la
curiosidad por saber cómo sería la nueva “seño”, o el nuevo “profe”.
En estos
días pasados, en la puerta de los colegios, hacía acto de presencia un mundo
nuevo. Allí estaban, los que mañana, habrán de dar color al nuevo amanecer de
nuestros días; los que habrán de marcar el camino por el que haya de discurrir
nuestra existencia; los que con mano firme, habrán de llevar el timón.
En clase, encontrarán
esos juguetes con los que nuestros niños, en su mágico mundo de fantasía,
terminan por hacerse amigos y confidentes.
La nueva
“seño”, o el nuevo “profe”, les contarán una fascinante historia, en la que un
jilguero enseña a leer a un gran oso, y poco a poco, este irá descubriendo el
fascinante, precioso y extraordinario mundo de las letras.
Así es
como abrirán esa puerta que les permitirá descubrir el asombroso universo de
los números y las letras, y las fabulosas historias que hay tras de cada una de
ellas. Un universo, en el que entre juegos y risas, irán aprendiendo sin darse
cuenta.
Será un
despertar a la vida. Las emociones que experimenten con las cosas que vayan
descubriendo, les provocarán la ilusión por ser bombero, médico, mecánico o
socorrista.
No es
menos gratificante contemplar la desbordante alegría que muestran al salir de
clase con los brazos abiertos, en su reencuentro con mamá, papá o la yaya, y como
cogidos de su mano y alzando la mirada, cuentan cómo ha sido la jornada, lo que
han hecho y las cosas nuevas que han aprendido.
Mientras
se le ilumina la cara, Dalia le dice a su padre:
Mira
papá, la eme tiene tres palitos que se juntan por arriba y la o es redonda.
Nuestros
pequeños “enanillos” saben ya que en el cole se lo pasan “chupi”. Juegan,
dibujan, aprenden a contar historias y cosas, como las estaciones del año, los
meses y los días, a saber medir el tiempo con las agujas del reloj; aprenden bailes
y canciones, los colores del arco iris, el nombre de las estrellas, como se
forman las nubes, y por qué llueve.
En el
“cole”, los niños descubren un espacio inesperado en el que conocen a amiguitos
nuevos, y sobre todo, viven en su mundo, el mundo de los niños, limpio,
transparente, donde no tiene cabida la maldad, la hipocresía, ni la falsedad.
Necesario
y útil es conocer la aplicación de la Física, la mecánica, o la teoría
cuántica. Pero, invalorable es la noble labor de aquellos que, con infinita paciencia,
inmenso cariño, y siempre con una sonrisa en el rostro, ayudan a un niño a
abrir los ojos, despertar a la vida, y mostrarle la belleza y los misterios que
brinda cada día.
El primer
día de la vuelta al cole, es una sorprendente experiencia para nuestros niños;
es la gran fiesta en la que despertarán a un ilusionante amanecer.
Harán
nuevos aliados de sus infantiles correrías y aventuras, sin importarles quienes
son, de donde vienen, o el color de su piel. Quizá alguno puede que sufra una
discapacidad. Pero ello no será ningún obstáculo para que jueguen, rían, y
hasta lloren juntos. Esa será la única forma de que mañana, las diferencias
aparentes, no les impidan abrazarse con alegría cuando se encuentren.
A fin de
cuentas, la lengua en la que nos expresemos, solo debe servir para entendernos,
y jamás para levantar un muro que nos separe, y el color de la piel, solo nos distingue
en la apariencia, como la vestimenta que lucimos. En el interior de cada ser
humano, anidan los mismos amores, los mismos miedos, las mismas ilusiones y,
sobre todo, la misma necesidad querer y ser queridos.