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Portada:: Reflexión en libertad:: César Valdeolmillos Alonso:: La corrupción, cáncer de la democracia

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La corrupción, cáncer de la democracia

Thu, 07 Nov 2019 12:55:00
 

“Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales, honestos, valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz.”

 

Javier Sicilia

Poeta y ensayista mejicano

¿Pero qué está pasando?

Esta es la pregunta que desde hace mucho tiempo se hace la mayoría de la sociedad española al comprobar la dispersión de valores, principios éticos e ideas políticas que se propagan cada día. Y digo la mayoría porque algunos saben muy bien lo que pasa, y sobre todo, por qué pasa.

Esta dispersión produce una profunda perplejidad intelectual y la consecuente desorientación e inseguridad con respecto a los principios por los que regirnos, dando lugar a que cada cual trate de actuar impunemente a su libre albedrío.

Esta forma de entender la política, la de no sujetarnos todos a unas normas de relación concretas, la el todo vale y el fin justifica los medios, es lo que abre la puerta a la corrupción.

La corrupción es una acción deshonesta que destruye la confianza del ciudadano en las personas y en las instituciones, rompe la honradez y la buena reputación.

La sociedad española percibe, y no comprende, como muchos de quienes están al frente de las instituciones españolas, están inoculados de un tan alto grado de corrupción.

El ciudadano siente que vive inmerso en un periodo de severa tensión, a causa del cambiante, fraudulento y frustrante comportamiento de los políticos, y que es él quien está en el ojo del huracán y sufre los efectos del mismo.

Un desasosegado malestar que se acrecienta tras la celebración del debate a cinco del pasado lunes y en el que pudimos comprobar como a los políticos, en absoluto les preocupa cómo se las apaña el ciudadano para llegar a fin de mes; cómo los jóvenes pueden acceder al mundo laboral con alguna proyección de futuro, y lo que casi ya es considerado como un sueño:  formar una familia.

Ninguno de ellos ofreció un programa de futuro atractivo y realista que ofrezca un destello de esperanza en el horizonte. Todos mintieron. Todos ocultaron, Todos miraron hacia otro lado ante los temas que les eran incómodos de abordar. Fue la demagogia la que flotó en el ambiente, el disimulo, la evasión y el “Y tú más”.

Lo importante no es lo que dijeron, sino lo que callaron, para después de las elecciones, sorprendernos haciendo, no lo que necesita el país, sino lo que a ellos partidariamente más les convenga.

Es de especial interés analizar el discurso de Pedro Sánchez como jefe de filas del PSOE, partido con mayores opciones de gobierno según las encuestas, que sigue instalado en el bloqueo político desde los tiempos de Rajoy. Si en aquel entonces se atrincheró en el “no, es no”, ahora lo hace en el yo, o yo, sin contemplar ninguna otra solución.

Apostado en este arrogante monolitismo, demuestra claramente que lo que le preocupa, no es dar solución a los problemas de los españoles —en el caso de que la tuviera— sino seguir durmiendo en La Moncloa y decir que él es el Presidente del Gobierno.

En el transcurso del reciente debate electoral, el candidato Sánchez repitió hasta la saciedad que la solución de los problemas de España únicamente la puede ofrecer un gobierno progresista.

¡Progresismo! Talismán mágico que si se hiciese una encuesta, pocos serían los que supieran concretar en que consiste, y albergo mis dudas de que el mismo Sánchez pudiera definirlo. Pero el concepto mola, y convence a los menos ilustrados.

Analizando la postura del jefe socialista en el pentamonólogo del pasado lunes, me pregunto si el progresismo consiste en silenciar si va a pactar o no con los separatistas vascos y catalanes —los que intentan destruir España— en el caso de que sus votos fueran precisos para que siga utilizando el Falcon.

El silencio es el mayor cómplice de la corrupción. Quien oculta sus verdaderas intenciones, termina convirtiéndose en cómplice, como su ministro del Interior —que más lo parece de Cataluña que de España—, que tras ver como han ardido las calles de Barcelona, y el propio Presidente de la Generalidad ha bloqueado carreteras, dice que se puede pasear por la ciudad con absoluta normalidad.

Seguramente el señor del “no es no”, no se ha enterado de que pactar con los separatistas supone deshacer el abrazo constitucional que nos dimos los españoles en el 78, y como magistralmente retrató Goya para la posteridad, volver a enfrentarnos a garrotazos entre hermanos, lo que desgraciadamente ya ocurre en Cataluña. Quiero suponer que no es eso lo que desea el candidato Sánchez cuando dice que España es una nación de naciones.

Estoy persuadido que el doctor Sánchez aspira a ser Presidente del Gobierno, sí, o sí, con las mejores intenciones, y que piensa que la solución para resolver el problema catalán se basa en hacer de España un estado federal o confederal. ¡Vaya usted a saber!

Yo supongo que el doctor Sánchez sabe leer y escribir, aunque no ejerce. Como está ocupado a tiempo completo en asegurar su estancia en La Moncloa, los libros se los escriben otros, y claro: su mente no está ahora para entregarse a las minucias de la Historia. Por eso le habrá pasado desapercibido, el que habiendo estallado el separatismo en España con tan agresiva virulencia como lo ha hecho, proclamar el Estado Federal, sería tanto como volver al final del siglo XIX, donde en el transcurso de la I República Española, el cantón de Cartagena llegó a acuñar su propia moneda, solicitó al presidente estadounidense,  Ulysses S. Grant, integrarse en la Unión, y los buques que había en el cantón, bombardearon Alicante.

Si el Cid campeador pasó a la historia por vencer a los moriscos después de muerto, hemos de reconocer que el doctor Sánchez pasará a la historia por vencer a un muerto que hacía 44 años que había dejado este mundo. “Una gran victoria”, según sus propias palabras.

Los españoles no podemos inscribir en el libro de nuestras hazañas, la existencia de Fernando VII, el  rey felón, pero lo que no podemos negar es que fue rey de España y pretender borrarlo de las páginas de la Historia. Pues por la misma razón, no podemos negar que Franco ganó la guerra civil y fue Jefe del Estado español durante 36 años.

En este tema, me viene a la memoria la escena del cementerio, de don Juan Tenorio, en la que el burlador de Sevilla muestra su pavor ante la efigie del comendador, muerto hacía ya tiempo. Quizá por eso, si el doctor Sánchez consigue finalmente ser elegido Presidente del Gobierno, parece que piensa impulsar un proyecto de Ley, destinado a borrar casi 40 años de la Historia de España, prohibiendo, persiguiendo y sancionando los logros que en España se hicieron realidad durante el mandato del dictador.

¿Alguien en su sano juicio puede imaginar a los franceses borrando de la Historia a Napoleón?

Al desenterrar una memoria llena de tiempo; al revivir lejanas voces del pasado enmudecidas por el abrazo de la reconciliación; al remover las tumbas y alterar la paz de los muertos, se está abriendo una puerta que quizá debería haber permanecido cerrada para siempre.

Reabrir las heridas que produjeron las dos Españas, es atizar el fuego del odio y el resentimiento. Ochenta años después, por Ley ¿Vamos a tener que elegir entre un hijo y un padre? ¿O entre dos hermanos?

Basta con que un hombre odie a otro para que el odio corra como el fuego hasta incendiar la humanidad entera.

La Ley de revancha histórica es un atropello de los derechos civiles. No enfrentemos a hijos contra padres, a mujeres contra hombres, no sembremos la rivalidad y la discordia entre territorios hermanos,

Cuándo los problemas persisten y se necrosan con el discurrir del tiempo ¿De verdad podemos creer que nuestros dirigentes han puesto todo su empeño para solucionarlos? Pues no lo sé, pero me malicio que a lo peor alguien se está beneficiando con su existencia.

Así se pueden seguir creando chiringuitos que no sirven más que para colocar a familiares y  fieles al partido, pero que no tienen ninguna misión que cumplir, como se ha descubierto en Andalucía.

Mentir a sabiendas negando la crisis que nuevamente se nos avecina, como hacía Zapatero, y luego nos cayó la que nos cayó ¿No es corrupción?

Los graves problemas económicos que España tiene planteados y los que se nos avecinan ¿Se van a solucionar simplemente con la creación de una vicepresidencia económica? Zapatero ya tuvo a la señora Salgado y eso no evitó los miles de desahucios y millones de parados que dejó tras de sí tan infausto personaje.

Eso es embaucar a la sociedad y engañar o mentir a sabiendas, es corrupción.

Los constantes y sucesivos avatares sufridos desde aquel fatídico 11-M —aún no aclarada su autoría intelectual— hasta hoy, es lo que hace que el ciudadano de a pie sienta una profunda frustración y derrota.

Corrupción no solo es meter la mano en la caja.

Corrupción es que un presidente de comunidad autónoma, un alcalde —o alcaldesa— conceda subvenciones o contratas a dedo a empresas de sus familiares; o que llene la institución que preside de parientes y amiguetes con sueldos con los que jamás hubiesen soñado percibir.

La mayoría de los enchufados carecen de la más mínima cualificación profesional, pero para ejercer de comisarios políticos, es decir de delatores de quienes no piensen como el que manda, bien valen.

Corrupción es que la Justicia se pliegue a intereses políticos de cualquier signo.

Corrupción es promulgar leyes sectarias, que desfigurando la realidad social, impongan intereses ideológicos.

Corrupción es sacrificar los intereses de España y supeditarlos a los de partido, cuando no a la ambición personal de su dirigente.

Corrupción es que desde una institución se promueva la fractura y el enfrentamiento de un pueblo, y los poderes del Estado que podrían evitarlo o poner coto al desmán, por conservar el poder, no se den por enterados.

Corrupción es que por interés político, los poderes públicos fuercen los resquicios legales para que el delito cometido por un condenado por la justicia, finalmente quede impune.

Corrupción en definitiva, es la situación de bloqueo institucional que estamos viviendo desde hace años, cuando la obligación de quienes dicen representarnos es buscar las soluciones que demanda el país.

Pero nadie mejor que ese gran escritor que es Antonio Muñoz Molina ha definido cuál es el cáncer que sufrimos con los políticos que solo se representan así mismos:

“Preferir siempre las diferencias a las similitudes y la discordia al apaciguamiento son hábitos cardinales de la clase política española, igual que echar leña al fuego y sal a las heridas. La escenificación estridente de sus disputas partidarias es la cortina de humo que encubre la similitud de sus intereses corporativos, la magnitud formidable de su incompetencia, la toxicidad de su parasitismo sobre el cuerpo social, la devastadora codicia con la que muchos de ellos, en todos los partidos, se han dejado comprar, o han comprado a otros.”









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