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Portada:: Reflexión en libertad:: César Valdeolmillos Alonso:: Rajoy, Sánchez y el mito de Ícaro

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Rajoy, Sánchez y el mito de Ícaro

Fri, 16 Nov 2018 19:12:00
 

El presidente del Gobierno, el doctor Sánchez, es una persona de pensamiento multidireccional.

Si se trata de alcanzar el poder y mantenerlo a costa de lo que sea y de quien sea, su pensamiento es obsesivamente unidireccional. Y a los hechos me remito.

Sus exiguos 84 escaños —el apoyo electoral más bajo al que el propio doctor Sánchez ha llevado a su partido, el PSOE, en la actual etapa democrática— no han sido un impedimento para que desarrollara su extremada ambición con una absoluta falta de escrúpulos para alcanzar su objetivo: ocupar La Moncloa. Para conseguirlo, no tuvo el menor embarazo en pactar con la extrema izquierda populista de Podemos al mismo tiempo que con partidos nacionalistas y radicalmente conservadores como PNV y los herederos de la antigua Convergencia catalana. Es más: no respetó ni la sangre vertida por las innumerables víctimas del terrorismo de ETA, entre ellas, las que había de aquellos que fueron miembros de su propio partido, al obtener los votos de Bildu, de los que podía haber prescindido.

Para saciar sus ansias delirantes de poder, no reparó en hipotecar al PSOE, partido del que es presidente, sino el futuro de España, y con él, el de todos los españoles al someterse a todas las exigencias desintegradoras de todos aquellos que quieren destruir nuestra Patria, palabra maldita para la izquierda y los nacionalistas.

El doctor Sánchez, es el alumno aventajado de su antecesor, el tristemente recordado Rodríguez Zapatero, mediador al que la oposición venezolana pide declarar "persona non grata" por su abierto apoyo al dictador Nicolás Maduro.

Sin embargo, para mantenerse en el poder, su pensamiento es multidireccional, lo que le lleva a doblegarse ante sus fiadores —los partidos que le avalaron en su moción de censura— concediendo a unos una cosa y a otros la contraria, creando una situación caótica en la que la brújula se está volviendo loca. No le importa contradecirse a sí mismo y ahora hacer absolutamente lo contrario de lo que afirmaba cuando estaba en la oposición, incluso siendo ya presidente del Gobierno, no le sonroja poner hoy blanco donde ayer puso negro. Cual Groucho Marx de la política —que más quisiera— va poniendo en práctica la memorable frase del célebre actor:

-      “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.

La ambición de poder del doctor Sánchez, actual presidente del Gobierno de  España, le impide darse cuenta –a lo peor es que le importa un bledo— el que al final todo se venga abajo. Salta a la vista con cada uno de los pasos que está dando, acciones que están orientadas a poner los cimientos para que al final todo resulte una tragedia para España.

El doctor Pedro Sánchez, cual Narciso de nuestros días, vive preso de su incontenible pasión por sí mismo y es incapaz de sacrificar a tiempo su ambición por el poder, y convertir ese sacrificio en realidades urgentes y necesarias para solucionar los graves problemas que amenazan al país y a nuestro bien público.

Ciertamente he de reconocer que el doctor Sánchez no es el único responsable de la situación actual. Cuando repaso nuestra historia más reciente, concretamente desde que Mariano Rajoy fue investido Presidente del Gobierno de España en 2011 hasta hoy, pasando por la moción de censura puesta por el PSOE y la toma del poder por el doctor Sánchez, no puedo por menos que pensar en el mito de Ícaro.

Como es sabido, Ícaro era hijo de Dédalo, el constructor del laberinto de Creta que albergaba al Minotauro. Cuando este hubo terminado la construcción del laberinto, el rey lo encarceló junto a su hijo para que nunca pudiera revelar el secreto de su obra. Dédalo logró escapar pero no podía abandonar la isla por mar, ya que el rey controlaba todo lo que salía y entraba. Entonces comenzó a fabricar alas para él y para Ícaro, su hijo, ya que el aire era lo único que el rey no vigilaba. Enlazó plumas entre sí, asegurando las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro.

Cuando todo estuvo listo, Dédalo probó sus alas y saboreó la libertad junto al éxito de su trabajo. Entonces, equipó a su hijo de la misma manera y le enseñó a volar, advirtiéndole que no volase ni muy bajo, ni muy alto.

-      “Si vuelas muy bajo, la humedad y el vapor del agua empaparán las plumas, éstas serán muy pesadas y caerás al mar. Y si vuelas muy alto, el calor del sol derretirá la cera, se desprenderán las plumas y también caerás al mar”, le dijo.

Y así, padre e hijo echaron a volar.

Pero Ícaro pronto se entregó a la pasión del vuelo con entusiasmo incontenible y comenzó a ascender como si quisiese conquistar el paraíso. El ardiente sol derritió la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar, desapareciendo en él.

Ya hemos visto como Mariano Rajoy ha caído al mar por volar durante sus mandatos demasiado bajo. Al doctor Sánchez terminará por derretírsele la cera de esas frágiles alas que le han permitido ascender al olimpo del poder y terminará precipitándose en el vacío, porque como decía Tácito: “Para quienes ambicionan el poder por encima de todo, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio”.

Lo malo es, que como su predecesor y correligionario de infausta memoria, Rodríguez Zapatero, nos arrastrará a todos en su caída.