“Si no piensas en tu
porvenir, no lo tendrás”
John Kenneth Galbraith
Economista estadounidense
Hace tiempo que los bajitos que ocupan el parlamento, nos
vienen haciendo el cuerpo con sus declaraciones, a cerca de la inviabilidad del
actual sistema de pensiones.
Aprovechando la necesidad de apoyo parlamentaria que tiene
el Gobierno para aprobar los presupuestos de este año, el egoísmo voraz de los
nacionalistas —en este caso el de los vascos— ha vuelto a hacer su aparición,
intentando romper la caja única de la Seguridad Social, reclamando la gestión
de la misma en el territorio vascongado.
Si el Gobierno se atreviese a traspasar esta línea roja, de
facto, España estaría ya rota y desde luego los derechos de los trabajadores a
cobrar sus pensiones una vez alcanzada la edad de la jubilación, saltarían
hechos añicos.
Pero no es este el único problema que pone en peligro la
viabilidad del sistema español de pensiones. Otro día expondré con más detalle
las amenazas que sobre él se ciernen.
Conscientes del grave problema que se cierne sobre el actual
sistema de pensiones, los pensionistas están creando la Asociación de jubilados
españoles para afrontar la defensa de sus derechos.
Ciertamente creo que ha llegado el momento de arrumbar en el
futuro los «viejos» modelos de fundamentación que en su momento fueron válidos,
pero que en base a la propia evolución de nuestra sociedad, hoy son ya un resto
no viable de tiempos pasados. El problema que planea sobre el sistema es tan
grave que afecta al futuro de toda la sociedad y es imperativo afrontarlo y
resolverlo de forma responsable, mediante un diálogo sincero, racional y
solidario.
Sin embargo, observo con profunda preocupación la
inexistencia de aportaciones solventes
orientadas a la solución del mismo, así como la falta de participación
en el planteamiento de su propio futuro, de la actual masa trabajadora. Porque
éste, no es un problema exclusivo de los jubilados actuales, sino de la
sociedad toda, que más tarde o más temprano, habrá de sufrir o beneficiarse de
las medidas que con proyección de futuro ahora se tomen.
Entiendo que quienes mañana hayan de asumir las
consecuencias de las medidas o la ausencia de las mismas que en el presente se
produzca, tienen motivos más que sobrados para incorporarse a los incipientes
movimientos reivindicativos orientados a paralizar las tendencias disolventes
que al futuro del sistema de pensiones afectan.
El problema al que una mayoría creciente de la sociedad se
enfrenta, no se reduce a una más o menos justa revalorización de las pensiones,
sino a lo que es mucho más grave: la casi inevitable reducción de las mismas, e
incluso, a medio plazo, su desaparición.
La ausencia de participación de las futuras generaciones de
pensionistas, no es un asunto de poca importancia, digno de atención solamente
para los eruditos sino que plantea un serio problema social. Su general
ausencia y pasividad en el mapa de su propio futuro, compromete seriamente la
legitimidad de las reivindicaciones que pudieran hacer en el mañana y pone
serios obstáculos a la perspectiva que en el porvenir han de jugar en la
sociedad, que no se reduce exclusivamente al ámbito familiar, sino que tiene
una inevitable proyección social y política.
Pero el pragmatismo en el que vivimos inmersos, refleja una
sociedad que no tiene tiempo de recordar ni de reflexionar, y tengo la
impresión de que las generaciones que hoy componen la masa laboral, han tirado
la toalla sin presentar batalla y consideran como un hecho inevitable el recorte
o desaparición del actual sistema de pensiones en un futuro más o menos
cercano. Les falta convicción, y ello les lleva a no ser conscientes de la
fuerza y la capacidad de presión, que entre pensionistas y trabajadores, pueden
ejercer sobre los bajitos que desde la carrera de San Jerónimo mueven a su
conveniencia los hilos de nuestras vidas.
El éxito o el fracaso de nuestro futuro, depende de la fe
que tengamos en nosotros mismos porque las ideas y los hechos que se asientan
sobre ella, sólo necesitan un primer destello, que después crece y se propaga,
y se convierte en amplísimo incendio; son como el rayo que cae de lo alto, y
arrasa a su paso todo lo que encuentre en su camino, si en él encuentra
materias inflamables. A su lado, las palabras que se dirigen al entendimiento
son mortecinas luces que arden sin lograr disipar las sombras.
Las pensiones de los jubilados, en ningún caso pueden ser
consideradas una carga para la sociedad, que si hoy es lo que es y está donde
está, es gracias al fruto del esfuerzo realizado durante muchos años por los
que una vez culminada su misión en la construcción del futuro, tienen legítimo
derecho a vivir plenamente la vida que les quede, con el respeto, la dignidad y
atenciones necesarias, sin ser contemplados como un lastre y una rémora para el
bienestar de quienes todo lo son, gracias a lo que construyeron quienes les han
precedido.
Recordando a Unamuno, hasta ahora hemos sido hijos de
nuestro pasado, pero ha llegado el momento de ser padres de nuestro futuro.