“Eres el espejo de una Andalucía que sufre
pasiones gigantes y calla, pasiones mecidas por los abanicos y por las
mantillas sobre las gargantas que tienen temblores de sangre, de nieve, y
arañazos rojos hechos por miradas.”
Federico García Lorca
¿Qué está pasando en
Granada con el color blanco, símbolo de la pureza, de la nieve del Mulhacén y
el Veleta, y… también de la sanidad?
Algo muy grave está
alentando los mayores sentimientos de arrebato y desazón entre los granadinos.
Una convulsión, que como las metástasis de un tumor primario, —ese es el
término que utilizan los oncólogos para diagnosticar un cáncer— ya se ha
extendido a las provincias de Málaga, Huelva, Cádiz y ¡Oh, sorpresa! también a
Sevilla, corazón del sultanato andaluz, cuya misión es bombear la sangre oxigenada
—en forma de presupuesto— a todo el organismo autonómico.
Aquellos que se
encargan de la noble misión de conservar en el mejor estado posible nuestra
salud, saben muy bien, que entre otros factores beneficiosos, la sangre ayuda a
regular la temperatura corporal, preserva al cuerpo de infecciones y transporta
el oxígeno desde los pulmones al resto del organismo, una buena parte del cual
la necesita para su normal funcionamiento, ese maravilloso y complejo multiprocesador
denominado cerebro, que rige todas nuestras funciones vitales.
Pero el cerebro no
es inmune a determinadas enfermedades, unas infecciosas, y otras degenerativas.
En cualquier caso, cualquiera de ellas, suelen ser muy graves.
En estos últimos tiempos,
la materia gris de la sanidad andaluza, sufre una infección motivada por la
invasión de las toxinas de varios microorganismos patógenos muy resistentes,
que como todos los demás, tienen nombre y apellidos. De momento, se trata de
infecciones locales. Pero ¡Cuidado! Porque de no ser combatidas enérgicamente,
podrían convertirse en sistémicas y degenerativas.
Granada tenía dos
hospitales generales completos: El “Clínico San Cecilio”, fundado en 1952, y el
“Virgen de las nieves”, anteriormente denominado “Ruiz de Alda”, fundado en
1956. A ellos habría de sumárseles el Parque tecnológico de la salud, toda una
ciudad sanitaria que contemplaría no solamente un hospital general dotado con
los últimos avances científicos, apto para el estudio, investigación y
tratamiento de las más avanzadas especialidades, consultas externas, Facultad
de Medicina, centros de investigación científica y tecnológica, industria
auxiliar de la medicina, y todo un complejo sanitario proyectado hace más de
treinta años, que habría de construirse con ayuda de la Unión Europea, y que
pretendía ser punto de referencia sanitario obligado para los países
mediterráneos.
De un proyecto tan
ambicioso en el que tantas esperanzas se habían puesto, los enfermos granadinos
se han visto sorprendidos con una ramplona chapuza, con la que esa ciudad
sanitaria de alta especialización, no solamente se ha convertido en humo, sino
que con la fusión realizada de los dos hospitales generales completos que tenía
la provincia, ahora se encuentran con dos medios hospitales a varios Kms., de
distancia uno de otro, incoherentes,
incompletos, y en algunos aspectos, insuficientemente dotados.
Cometen un grave error
quienes creen que Granada es una ciudad dormida, apta para el sueño y el
ensueño, como decía García Lorca, porque esta ciudad que esconde sus ríos, para
que bajo su suelo discurran sus lágrimas, no está indefensa contra las
continuas agresiones, que permanentemente, desde el corazón del sultanato
andaluz, viene sufriendo.
Los agentes
patógenos que han infectado la sanidad granadina, y que con el transcurrir del
tiempo, esperan que ceda en su resistencia, bien harían en saber, que en
Granada, los tiempos son más sosegados y espaciados que en ninguna otra parte,
y que en ella, los crepúsculos[i],
son ensangrentados, agónicos… diríase que parecen no tener prisa, ni ocaso,
pero finalmente el sol, por poderoso que sea su brillo, termina por declinar
para dejar paso a la oscuridad de la noche.
Menguada
clarividencia muestra quien piense, que un día y otro, una ingente muchedumbre
compuesta por decenas de miles de granadinos —entre los que se encuentran los
propios profesionales de la sanidad— se echan a la calle, manipulados por
intereses ajenos a los problemas sanitarios, causados por los actores
perniciosos que están poniendo en riesgo el sistema, con los importantísimos
recortes, aproximadamente una tercera parte, que en el suministro de oxigeno presupuestario
han introducido.
Los granadinos han
demostrado sobradamente su civismo y moderación, y pueden ser templados,
dolientes y sufridos. Pero que nadie confunda su mesura con la estupidez.
Pensar que el hachazo encubierto, que el centro neurálgico-político de la Junta
de Andalucía, ha pegado a la sanidad granadina, puede consolidarse con el
transcurso del tiempo, es tomarles por necios, ignorantes y mentecatos. Y nada puede
haber más lejos de la realidad, en una ciudad, en la que la cultura, es la
sangre, que desde hace siglos, alimenta e impregna a sus hijos.
Una sultana, Aisha al-Hurra (La Honesta), la Horra (La honrada), esposa que
fue del sultán Muley Hasan, y madre de Boabdil (El Chico), o (El desdichado),
que por tal nombre, popularmente era conocido, sabiendo que en su exilio abandonaba
para siempre el jardín que conserva las huellas de los restos del paraíso, camino
de las Alpujarras, entre las tierras de Otura y El Padul, en el lugar conocido
como “El suspiro del moro”, reprochó a su hijo, el que terminó por rendir la
plaza a la firmeza de los Reyes Católicos, la pérdida de lo que era uno de los pocos
lugares privilegiados de la tierra, con palabras tan duras que aún hoy estremece
recordarlas.
¾
“Llora
como una mujer, lo que no supiste defender como un hombre".
La tierra que
durante siglos, con fascinación, respeto y reverencia han pisado egregios
visitantes, y millones de personas de todas las razas y culturas, otra sultana,
esposa y madre de ningún sultán, con altivo y arrogante desprecio, la está pisoteando.
[i] La tercera acepción que contempla la Real
Academia Española de la lengua para la palabra “crepúsculo”, es la que a
continuación se detalla:
3. m. Fase
declinante que precede al final de algo. El crepúsculo del verano, de la vida…