«O los demócratas acaban con la crisis o la crisis acaba con la democracia»
Enrique Fuentes Quintana
Ministro de Economía del primer Gobierno de Adolfo Suárez e impulsor de los Pactos de la Moncloa.
Los españoles han vuelto a hablar por segunda vez en seis meses. Y creo que esta vez han sido terminantemente claros si es que se quiere entender su mensaje. En mi opinión no caben ya interpretaciones torticeras e interesadas.
Es cierto que con sus votos han dicho, que al menos de momento, se ha terminado la hegemonía bipartidista. Pero no es menos cierto que han manifestado que no quieren aventuras que pongan en peligro la estructura del Estado y con ella su futuro. Y buena prueba de ello es que a pesar de la inteligente maniobra estratégica de Podemos al presentarse a las elecciones junto a Izquierda Unida, no han conseguido un solo escaño más de los que obtuvieron en las elecciones de 2015, sino que además un millón de españoles han dejado de votarles. De haberse presentado por separado, el descalabro de la formación de Pablo Iglesias hubiera sido algo más que notorio.
Por otra parte, los catorce escaños que ha ganado el Partido Popular, vienen a ser los mismos que han perdido el PSOE y Ciudadanos en conjunto.
Los españoles, al igual que demostraron hace cuarenta años en la transición, han dicho una vez más con sus votos que no quieren confrontaciones, no quieren vetos ni líneas rojas, no quieren exclusiones por intereses personales o partidistas. Por el contrario, lo que desean es diálogo y acuerdos entre los partidos para que la nave arribe a buen puerto.
Los bisoños aspirantes a ser inquilinos de La Moncloa, al parecer no se habían enterado de que las elecciones nunca se ganan, pero si se pueden perder y lo que ocurre es que esos votos que obtienen de menos, suelen ir a parar a la bolsa de otro partido, convirtiéndole en ganador.
Las posturas intransigentes, no suelen gustar al electorado y ese no, no y no, ¿Qué parte del no es la que no ha entendido usted? de Pedro Sánchez, y el veto de Albert Rivera a quien legítimamente había ganado por mucha diferencia las elecciones, han sido castigados esta vez en la urnas.
No estoy muy seguro de que a pesar del castigo que les han infringido las urnas, los interesados hayan aprendido la lección, porque en su comparecencia Pedro Sánchez aún continuaba con la pataleta propia de un niño chico, de que él no era Presidente porque Pablo Iglesias no le había apoyado en su fallida investidura. Por su parte Albert Rivera, se refugió en la Ley Electoral para justificar su fracaso y una vez más manifestó que no pactaría con quien no estuviese dispuesto a aceptar su proyecto regeneracionista.
Ninguno de los dos habló de lo que verdaderamente les interesa a los españoles. Si la memoria no me falla, ambos se limitaron a subrayar aquello aspectos del proceso que solo les interesa a ellos o a sus partidos.
Sin embargo, España aún tiene graves y complejos problemas que resolver. Problemas que requieren voluntad, tesón, diálogo, esfuerzo y tiempo para que la semilla que los distintos grupos políticos deben ahora sembrar, comience a dar sus frutos. Es necesario, yo diría que imprescindible, que para poner una base sólida en la que se sustenten las soluciones que se necesitan, los partidos se sienten a dialogar y buscar los cauces necesarios para llegar a firmar unos nuevos Pactos de La Moncloa.
Si ya se hizo esto hace cuarenta años en situación mucho más dramática que la actual ¿Por qué no ha de intentarse de nuevo? La situación de nuestro país así lo está demandando y así lo han pedido los ciudadanos en las urnas. Sería inimaginable que esta ocasión, los partidos continuasen erre que erre en sus trece, no viendo más allá de sus narices. Aún tienen que hablar y reflexionar, pero a lo que hemos escuchado en el transcurso de la noche electoral, no me da la impresión de que ninguno de ellos tenga la categoría de quienes les precedieron en situación semejante. Claro que estos no son más que políticos que solo miran a la rentabilidad inmediata del voto y aquellos fueron auténticos hombres de Estado que pensaron en la construcción de una España nueva, en la que juntos, y sin menoscabo de nuestra diversidad, pudiesen encarar un prometedor futuro las generaciones que habrían de sucederles.
Si los políticos de hoy, no fuesen capaces de alcanzar unos nuevos acuerdos como los hace cuatro décadas, los españoles no lo perdonarían.