En la secuencia del Evangelio del pasado domingo 22 de Septiembre, S. Lucas nos transcribe la parábola del administrador infiel que va a ser despedido por su conducta, y en todas las explicaciones que he leído sobre los comentarios de Jesús a la reacción del mismo ante su despido, se aclara que Jesús no alaba este proceder, sino que se queja de la falta de interés de los que quieren seguir su doctrina manifiestan, y por lo que luego se verá, manifestarán.
El Sacerdote celebrante en mi Parroquia aclaró perfectamente esta diferencia, acentuando la importancia de llevar un comportamiento acorde con nuestras convicciones y creencias.
Después de la Bendición final, el Sr. Párroco, que no era el celebrante, se acercó al micrófono para comunicarnos que a la salida, en la puerta, se había instalado una mesa para firmar unos impresos en los que se pedía a los Parlamentos correspondientes, se considerase la necesidad manifiesta de rectificar la Ley del Aborto, que para mí no es un asunto religioso estrictamente, si no se tiene en cuenta que el 5º mandamiento prohíbe matar.
En el templo estaríamos 500 ó 600 personas, la mayoría de las cuales, además, se habían acercado a recibir la Sagrada Comunión, en vista de lo cual y previendo una masiva aglomeración a la salida, me quedé sentado en mi sitio tranquilamente.
Al cabo de 5 minutos escasos y para ver cómo iba la cosa, me volví a mirar a la puerta y la mesa.
No me lo podía creer: había tan solo 8 ó 10 personas rellenando los impresos.
¿Y los demás? Afablemente en la placita que hay frente a la Parroquia fumando, charlando amigablemente en grupos: jóvenes, mayores, hombres, mujeres,…
Entonces acabé de entender la parábola.
